jueves, 24 de febrero de 2011

Chunguitos e Ideología de Género



Tengo una hermana sabia. Creo que nunca lo he dicho.
Como no podemos vernos mucho, y cuando lo hacemos estamos rodeadas por las respectivas caballerías, de vez en cuando nos colgamos al teléfono.

Suelen darme ataques de dudas existenciales, crisis de pensamiento elucubrador y crítico.
Hace unos días me dio fuerte con lo del feminismo y el género,
Que si no entiendo que...que si esto es puro Simone de Beauvoir, los trajines de Elisabeth Badinter y las de la Liga de la leche(que existe de verdad)... Y le cuento que al final he descubierto que soy ecofeminista, y ya me veo con crótalos en los dedos, abrazando un árbol para salvar a la Madre Tierra, dándole la mano a Vandana Shiva.

Hay que reconocerle mucha paciencia para aguantarme tanto rollo,y ella tiene su táctica.
Primero me da "bolilla" deja que me desahogue, que suelte bilis por la boquita, y después siempre hace un comentario certero, como corresponde a los sabios.

Una vez centradas mis dudas, incomprensiones y temores de futuro respecto a los diversos feminismos, ella calla un minuto y sentencia: "Total, que no saben lo que es querer".

Y una vez más ella acierta a la primera. Ése es el tema.

Cuando se sabe querer, cuando se ha experimentado eso del amor...todo son puras teorías, porque ya lo dijeron los chunguitos:

Si me das a elegir,
Entre tú y la gloria
Pa que hable la historia de mi
Por los siglos, ay amor
Me quedo contigo



Os dejo la versión de "Los Chunguitos", con coreografía y vestuario dignos de estudio,
... y la de Antonio Vega, que  emociona.



miércoles, 23 de febrero de 2011

Ventanas y cortinajes

Mis paseos están llenos de historias desconocidas que se recuerdan precisamente porque nunca sucedieron.

Se asoman cuando alguien deja un visillo descorrido, la contraventana suelta, o una luz encendida.

Las más hermosas  viven en las antiguas casitas de veraneo, que van desapareciendo poco a poco y se reemplazan por una arquitectura rectilínea, mucho más cómoda, pero sin  la hospitalidad que tienen las  tejas rojas, sin las redondeces femeninas de los dinteles, que invitan a pedir una tacita de arroz, o un poco de sal a la vecina.

Los misterios de las ventanas son apenas un susurro, hay que acostumbrar el oído  y la vista para entender. Pero dejan algunas pistas, y es cuestión de leer entre líneas.

Allí en la cancela han dejado un rastro: "Villa Mariona", o simplemente "Mercedes".

En otros, el forjado canta ecología: "Bell racó", "El Pi"...

Junto al dintel de entrada marcan casi siempre el año de construcción, o el deseo más caritativo, "Deu vos guard".

Hay que aprovechar estos días de invierno, cuando los árboles están aún tristones y dejan huecos abiertos en los jardines para aprender estos cuentos...


Hoy he escuchado una historia de vida cotidiana, amores concretos y sueños reales.

La contaban las ventanas de una casa blanca, en un jardín lleno de pinos oscuros que sueltan pinaza espesa y olorosa, una cerca descorchada, que deja ver los ladrillos, y un mensaje cifrado.
Una fecha y un nombre de mujer: Villa Carmen. 1936.

... ... ... Desde que se casaron vienen todos los veranos.

En Barcelona se pone ése calor húmedo, que hace sudar continuamente, y no da tregua por las noches. 
Enrique, prefiere madrugar y bajar en tren cada día,  para que la familia esté al fresco, desde finales de junio hasta pasada la Merced.

Primero iban a casa de lo suegros, con los niños han ido   alquilando  alguna casita con jardín pequeño.
Pero este verano estrenarán la suya.
Han pensado hasta el último detalle. La ferretería lo permite, tornillo a tornillo, y éste ha sido un buen año. Quedará para siempre unido a su casa, junto al nombre de ella.

Carmen trajina por dentro, limpiando y rezongando por lo cochinos que son los "paletas", que lo dejan todo patalero, y él quiere darle la sorpresa de unos geranios rojos, para celebrar su santo el 16  de julio, con petardos y cohetes, como si fuese la verbena de Sant Joan.

                               Todo el verano...toda la vida por delante... ... ...







martes, 22 de febrero de 2011

Ternura laboral

Trabaja dos mesas más allá.
Esbelta y guapa, con el acento suave de otros mares, tan delicado que debe pensar que ladro cuando le hablo.
Compartimos la soledad del despacho muchas tardes, y eso da para mucha intimidad, aun sin palabras.
Oigo sus conversaciones por teléfono.
Siempre correcta y amable. Intuyo exhabruptos y contestaciones prepotentes, pero nunca pierde la calma y la ternura...
Cuando cuelga, no puedo más y la arengo, incitándola a la rebelión...pero ella no cede: "si es que va a ser peor", "oh, yo nunca podía decir esooo", "tampoco importa, a veces es cuestión de volver a intentarlo"...
Me llevo todos sus bolis, siempre me presta kleenex, cuando vuelve de vacaciones me regala dulces de café y chocolate que "le dió su mamá" ... lleva meses pidiéndome dos malditas fotos de carnet, para no sé que papeleo...y semana tras semana ni me acuerdo... ayer me vi tan "pillada" que empecé a excusarme, apelando a mi despiste congénito, que ya ves...  nunca encuentro las tarjetas, ni un triste lápiz, y voy olvidando libros y papeles por todo el edificio...ya no sé qué más decir...Y ella, como siempre, me sonríe y dice que seguramente "éso" forma parte de mi encanto...y me desarma.
Ahora no podré olvidarme nunca más. Pero por si acaso, se ofrece a recordármelo la semana que viene...
Nuestras conversaciones son cortas. Alguna vez hablamos de nuestras casas, y de niños... Y entonces, sólo entonces, tiene tristeza silenciosa. Vive con un hombre que nunca se casará con ella, los fines de semana cuida unos niños que nunca serán sus hijos...y me dice, pasan los años.






lunes, 21 de febrero de 2011

Una casa con dos balcones.

Huelo cada rincón inexistente, que sólo vive en la memoria infantil.
El recuerdo de detalles pequeños e inconexos, parece un sin sentido, un orden absurdo:   trozos del color azul de una pared, pintada con ramas de almendro, un armario ropero con luna, la alcoba con escalón, los cajones incómodos de una cómoda pesada, la lámpara dorada, la despensa negra...

Hace  años ya era una casa vieja, en una calle vieja de la Correría.
Nací allí. Bueno.. como se dice, me nacieron en la casa de mis abuelos.

De la entrada sólo me queda el sonido hueco que llenaba la oscuridad.
Las escaleras eran un  ajedrez de distintas arcillas, con travesaños de madera descolorida,  reblandecida a puntapiés.
Alguna vez, cuando los mayores se distraían con sus cosas, me lancé a la aventura y seguí subiendo un piso más arriba. Allí vivía D. Pedro, un anciano solitario, silencioso, que llevaba una pelliza marrón. Su fracción de escalera acumulaba toda la luz de la claraboya.

Por las mañanas olía a pan recién hecho y a bollos de azúcar, y  por la tarde, cuando cerraba la panadería de los bajos, sólo quedaba el autoritarismo de la lejía.

La entrada al piso rompía el pasillo. Toda la luz de la casa eran los dos balcones, uno a cada lado del aquel tubo oscuro, agujereado de puertas a la izquierda.

El balcón de dentro abría la cocina a un patio extraño, lleno de sacos viejos y gatos. Sus sombras me dejaban regalos para pesadillas y cuentos de miedo.

El balcón de fuera, abría a la calle  y era mi pasión.
Ojos hacia la vida de una ciudad pequeña.
Si me ponía de puntillas veía la frutería de la esquina y un trocito de san Lorenzo, donde me bautizaron.
Enfrente había un letrero exótico: "Ultramarinos".
Sonaba a mares del sur, donde imaginaba que pescaban las sardinas de cuba que cada mañana colocaban en la puerta,  como un sol amarillo y gris, tan ordenaditas jugando al corro.

En semana santa  desfilaban las procesiones. Los tambores subían hasta los barrotes de hierro,  temblaban y me picaban en  las manos. Las lanzas de los romanos dejaban chisporroteos, y los capirotes morados, silencio.
La sangre  y los golpes en los bombos se acumulaban en la boca del estómago, y el corazón infantil se aceleraba contemplando en escorzo la cabeza coronada del crucificado.

La mirada de estos balcones abría luces de ciudad en una niña que vivía en el pueblo.

Cuando he vuelto, ya no estaban.



sábado, 19 de febrero de 2011

Nuevo blog

Podría titular "ha nacido una estrella" pero es poco original y bastante cursi.
Es que estoy como la mismísima madre de la Pantoja...mi niño...que se ha hecho un "bló"... y lo que es la pasión de madre, que aunque es de futbol, pues me gusta y todo.




...quien me lo iba a  decir, leyendo sobre futbol...un auténtico milagro...





jueves, 17 de febrero de 2011

Por una madre libre o Salvad matermanías

Eso que dicen las famosas "mis hijos  son los críticos más feroces ", es real como la vida misma.

Tengo asumido que mis descendientes se unen en contubernio y confabulan.

A veces de modo delictivo, instaurando un sistema perfecto de falsificación de notas para profesores... sí, sí,  con la firma paterna perfectamente imitada... pero claro, como en todo equipo de malhechores, alguien se va de la lengua, y salta el escándalo.

Otras veces la unión filial da lugar a una  crítica abierta y directa.
Y ayer fue una de esas ocasiones de lapidación.

Primero, la fase de análisis profundo:
Que si vaya complejines que estás hecha, que está muy  "chof"  el blog, que no les gusta nada de nada ultimamente ...

Después, "braisntorming":
"Se tú", " free, free, free", "deja el blog y escribe un libro", "titula algo como ... la mujer, un objeto de lujo...", "Mami, siéntete libre", "desmelene total..."...etc. etc.

Ya sé que es que me quieren, y bla,bla,bla... pero eso de la crítica, aunque sea constructiva, escuece...  ¿o no?

                                                                 ... y se agradece.




martes, 15 de febrero de 2011

Lecturas

La sala de espera sugiere una decoración "zen" en blanco y negro.
La luz de los fluorescentes desorienta,  y después de los primeros diez minutos, se pierde la noción del tiempo, no sé si es mediodía o media tarde.
En unos taburetes se ofrecen revistas atrasadas. Son un aperitivo atractivo. Como  las patatas fritas, sacian enseguida con su fatuidad.

Leo varios reportajes de mansiones imposibles,  testimonios de tanta mujer bella y triunfadora, ejecutivas agresivas que confiesan que su secreto "antiestres" es abrazar a sus hijos, o guapas de morirse cuya fórmula de belleza es "dormir y beber mucha agua"... Así de simple, y me suena a falso.

Serán prejuicios, envidieja o que la experiencia me ha convertido en una brujacuruja...

Tengo la sensación de ir conduciendo por una autopista en dirección contraria. Claramente sigo otra ruta de vida, y me siento fuera de lugar en ese reino de papel couché...y otros mundos brillantes.
Pero me acompaña la certeza absoluta de que no estoy equivocada, así que seguiré contracorriente, esperando no chocar frontalmente.


lunes, 14 de febrero de 2011

Chicos, no desesperéis...

San Valentín.
Que si flores, que si fiesta consumista... romanticismo, cursilería...el día de los enamorados o el amor es cosa de todos los días... ¿qué hacer?
Las mujeres somos algo complicadas.
Viene de lejos.
Amos Oz lo describe a la perfección en esta conversación entre nieto y abuelo.


«Deseaba a todas las mujeres, a las guapas y a las que tenían una belleza que los demás hombres no sabían apreciar. “Las señoras”, algo así sentenció mi abuelo una vez, “son todas guapas. Todas sin excepción. Pero los hombres”, sonrió, “están ciegos. ¡Completamente ciegos! Solo se ven a sí mismos, ni siquiera a sí mismos. ¡Están ciegos!”

[...]

--Ha llegado el momento de que hablemos de las mujeres.
Y enseguida se explicó:
--Bueno, de la mujer en general.
(Yo tenía unos treinta y seis años, llevaba quince casado y era padre de dos hijas adolescentes.)
--Bueno, las mujeres siempre me han interesado. Siempre quiere decir siempre. Y no lo interpretes mal.

[...]

--Las mujeres –dijo el abuelo--, bueno, en algunos sentidos son exactamente igual que nosotros. Exactamente igual. Del todo. Pero en otros sentidos son completamente distintas. Muy, muy diferentes.

[...]

--¿Pero en qué sentido las mujeres son exactamente igual que nosotros y en qué sentido son muy, muy diferentes? Bueno, en eso –concluyó levantándose de su asiento--, en eso aún estoy trabajando.
Tenía noventa y tres años, y quizá siguió “trabajando” en esa cuestión hasta el fin de sus días. También yo sigo trabajando en ello.»

Amos Oz, Una historia de amor y oscuridad



martes, 8 de febrero de 2011

lunes, 7 de febrero de 2011

Un cuento redondo

Le llaman cuentitis aguda.

Me gustan los cuentos, leerlos, contarlos, hacer cuento y ser cuentista.
Me gustaría vivir del cuento.
Todos los cuentos. Los de hadas y princesas, de animales y bosques, de enanitos, de flores, los clásicos, los postmodernos, los digitales.
Sé recitar "Caperucita" al revés y recuerdo casi de memoria los de la infancia.
Me siguen emocionando los de Aldecoa, pero eso son otros cuentos.

En ésa época dorada de tardes llenas de deberes, con mi hija mayor hicimos éste cuento. Redondo. Ella el texto, y su madre los colorines.

Lo guardo como un tesoro.
(Manuscrito en catalán)

"MUCHO MÁS QUE UN BOTÓN"







"¡Quién lo iba a decir! Ahora doy vueltas todo el día, pero no siempre ha sido así. Soy un botón viejo y he pasado por muchas manos.
Primero estuve en la casaca de un soldado, me sentía muy orgulloso, pero debía aguantar todos los golpes, gases tóxicos y la muerte de muchos amigos"







"Gané muchas medallas y estaba contento, hasta que acabé en el fondo de un armario, había llegado la paz. Después de lucir orgulloso y brillante en muchos desfiles se había terminado mi misión con el soldado"







 



"Un día que estaba triste en la oscuridad del armario, noté que unas manos jóvenes y suaves me descosían de la guerrera, y me encontraban tan bonito que acabé como adorno en un vestido de fiesta."







 "En la fiesta, de tanto bailar y dar vueltas, me mareé y caí al suelo.¡Me sentí tan solo!Hasta que unas manos gorditas me encontraron. Era una cocinera que necesitaba un botón para su delantal, me recogió y me cosió a su delantal.Eso sí, me cosía con tanta delicadeza que yo pensaba que me acariciaba"





 



"Fuí muy útil hasta que el delantal se volvió viejo y sucio y lo tiraron a la basura. Yo también acabé allí, claro, pero a los pocos minutos me descosieron del delantal y un trapero me metió en su saco"









 



"El trapero me cogiócon sus manos sucias y envejecidas y me vendió a un vendedor de "Los Encantes". Él me limpió y me me colocó en una exposición de "brocanters. Me puso en su mostrador. ¡Volví a brillar! Me compró una señora mayor con una sonrisa de oreja a oreja."



"Y cuando llegamos a casa¿sabéis para qué me necesitaba? Bueno, yo pensaba que como siempre brillaría en la guerrera de un soldado, o en un vestido de fiesta, o en un delantal...pero no, ahora mi misión sería mucho más importante. Pasé a formar parte de un precioso juego, me pusieron un hilo y me convertí en un juguete muy antiguo que regaló a su nieto, y ahora soy feliz, ayudo a que un niño se divierta"







FIN



viernes, 4 de febrero de 2011

De Oriente y Occidente

No sé casi nada de las sociedades asiáticas. Mis referencias son los libros de Pearl S. Buck, y algunas películas como "Todos los caminos llevan a casa", "Despedidas" o "Deseando amar" , cine extraño, exquisito y lleno de belleza.

Por eso me cuesta analizar  con "mirada oblicua" estas noticias:

"La cárcel, último reducto de los ancianos japoneses" y "China castigará a los hijos que no visiten a sus padres".

No es un problema "oriental", tal vez sea una consecuencia de importar modelos de vida que son extraños a esas culturas que veneraban la ancianidad, o que la globalización tiene algún aspecto negativo, de plaga aniquiladora y contamina con cánceres del alma todo lo que toca.

Lo inmediato es arrancarse despotricando contra esos hijos egoístas, ingratos. O centrarse en las contradicciones que implica una política dictatorial y controladora de la intimidad humana.

No, no es un tema sólo de Asia, exige una lectura, lenta, chino-chano.

También aquí nos pesan los cuidados que necesitan los niños, cargamos con ellos como un límite, un estorbo a nuestra realización personal, algo (ni siquiera "alguien") que superar como un estorbo para lograr el triunfo y la felicidad.
Y son nuestros hijos, y son niños, tiernos, dulces, alegres, vitales, frescos... ¿A quien le extraña que estorben los viejos, arrugados, gruñones, tristes, enfermos...?

Rechazamos el compromiso y todo o que incomoda a nuestra autonomía.
Hemos planificado un mundo inexistente, sólo para maduros sanos y perfectos.
La dependencia, la limitación, nos escandalizan, las rechazamos, y si no nos queda más remedio, y se cuelan por las rendijas, porque la verdad es así de tozuda, intentamos meterlas bajo la alfombra, y que sean otros los que se hagan cargo de  viejos,  niños y  enfermos.

No podemos perder tiempo contando cuentos, echando la tarde en el parque, repasando las tablas, ayudando a pasarse la plancha a la niña que no quiere el pelo rizado, escuchando las proezas futbolísticas del adolescente ... ni acompañar al médico a nuestros padres, interesarnos por la tensión arterial , las enfermedades, los recuerdos de nuestros viejos...Eso lo pueden hacer otros, pagaremos si es necesario, pero nosotros somos demasiado importantes, y nuestro tiempo es  valioso...

Y vamos creando una fantasía, instaurando formas de vida que olvidan la realidad que somos: frágiles, limitados.
Olvidamos que es precisamente nuestra vulnerabilidad la clave de la felicidad. Cuidar es amar.



jueves, 3 de febrero de 2011

Problemas de Agenda

Tengo la poca-importancia suficiente como para no tener que contratar una secretaria  que gestione mi tiempo.
La verdad es que los ratos de mi vida son repetitivos, caben pocos sobresaltos.
Pero tengo muchos problemas de agenda.

Mi madre me decía que el que no tiene memoria tienen que tener piernas, y ahora  me duelen las rodillas de las vueltas que doy. Necesito una  agenda en condiciones.

He probado los artilugios electrónicos, y me han dejado colgada, abandonada en la más absoluta ignorancia.
Cabizbaja he regresado a la clásica Moleskine negra, de aires bohemios, que incita a sentarse en la esquina de un café solitario, descerrajarse un tiro en la intimidad y dejar que brote sangre poética sobre la fria mesita de marmol.  Pero eso no se lleva nada. Los poetas y bohemios entran en Starbucks y desenfundan el i-pad. Así no hay manera.  Una se siente una abuela con la libretita enlutada, sin contraseña ni pin para apartar la gomita-cerraja.

Empujando el carro del super con las compras navideñas, encontré el amor de mi vida en esto de las agendas. Si, si ... un amor caprichoso, pero ya se sabe que las maduritas tenemos estos peligros... Es irresistible, atracción fatal, amor a primera vista...me lancé, y le entregué mi vida, las horas de mi tiempo.

Aquí os la presento.  Mi "Brownberry".








P.D. De momento, para evitar envidias y suspicacias, no la saco en reuniones de trabajo.

martes, 1 de febrero de 2011

Otra visión

Eran tiempos exclusivos para supervivientes.

De noche los lobos paseaban por la plaza dejando  pisadas amenazantes en la nieve, y los osos luchaban abrazados a los hombres.

Nació en una esquina desconocida del Pirineo Aragonés, el más pequeño de los 14 hijos que tuvo su padre en dos matrimonios.

Vivir estaba reservado sólo a los fuertes.

En cuanto pudo mantenerse en pie y dar cuatro pasos seguidos, le sujetaron el zurrón, y lo mandaron  como "rapatán" por los montes,  con las "güellas y crabas". En el morral  llevaba pan y algo de sebo para las migas .

Es lo que ahora llamamos " estimulación temprana".

Hacia San Miguel, empezaba el frío y bajaban las bestias de la montaña. En esos inviernos antiguos, antes del calentamiento de Al Gore, el frío congelaba. Por las noches, en la abadía, el cura les enseñaba cifras y letras.

Era una economía de pura subsistencia y no había trabajo suficiente para alimentar tantas bocas,  en casa sólo se quedaba el primogénito y algún tión solitario.

Los mozos dejaban pronto aquellas montañas ásperas pero suyas.

La gripe española le cogió como quinto en Zaragoza, y esa muerte "cara a cara" lo licenció enseguida.

21 años, nada encima y la vida abierta.

Con el deshielo mozos y mozas pasaban el Portillón.  Traficaban con mulos y  trabajo en aquella Francia de la Belle Époque, paseaban sus sueños por el Boulevard D'Etigny, mientras construían un mundo de ocio para la burguesía provinciana que empezaba a esquiar, jugaba en el casino, tomaba las aguas y organizaba juegos florales con desfiles.

Muchos crearon allí su hogar, y Antonio fue para siempre "el tío Antoine", y sus descendientes los "primos de Francia", más gabachos que el mismísimo Roquefort.

Él quiso probar también más lejos y, con alguna de sus hermanas, zarpó hacia Argentina. En última clase de un barco viejo. Un hombre de tierra adentro en olas desconocidas.

En la Pampa tomó mate, aprendió de motores y coches, conoció historias y paisajes , palabras del mismo idioma para conceptos distintos, y aprovechando algún "low cost" de aquella Exposición Universal del 29, regresó.

Era un hombre de pocas palabras. Nunca explicó peripecias tristes, ni miserias, ni tragedias. Pero existieron. Lo intuyo con absoluta certeza. Sólo ha quedado una maleta eternamente viajera, con sellos y pegatinas exóticos para alegrar la imaginación de  nietas soñadoras.

Cuando en el tren veo gentes con otros colores y acentos que dormitan reventados, me acuerdo de ti, Abue.  Tu también te desapegaste de lo poco que era tuyo, fuiste emigrante.
Cierro los ojos y recuerdo sobre todo tus manos. 
Después puedo verlos con otra mirada.








(y Kevin, lo siento Guayen...)