jueves, 27 de septiembre de 2012

Caminos






A mediados de agosto siempre llueve, y vuelve a quedarse el pueblo en esqueleto.


Es el mejor momento para retomar los caminos que he  olvidando mientras buceaba en los torbellinos de comidas, celebraciones, lavadoras y horas sin sueño.

Siempre hay un día en el que vuelvo a oír su voz, y entonces nada me impide salir a abrazarlos.

Ese día, sé que ya estoy curada del cansancio del invierno, y que a partir de ése momento, disfrutaré de la salud y fuerza de otros veranos... cuando los veranos aún tenían meses y no días sueltos.

No importa que cada año tarde mas en aparecer la señal, ni que después el plazo de descanso disfrutón sea cada vez más corto. Porque también es mas intenso el agradecimiento por tenerlos, y eso convierte cada minuto en un tesoro, en medicina para cuando vuelva ( que vuelve pronto) el cansancio.

La voz de los caminos está teñida de piedras granas, y cuando el sol los cruza entre las ramas, les deja brillos anaranjados, ésa luz cálida que tanto me emociona. 

Siempre que puedo me gusta recorrerlos a primera hora, cuando aún puedo sentir sus dedos fríos por el cuello, y no tengo que jugar al escondite agazapándome en las sombras.

Todo el llano esta dibujado con senderos. 

Hay caminos de tarde, populosos, llenos de niños con sus bicicletas  recién estrenadas, que van arrollando a los tríos de abuelas que pasean del brazo, como una barrera humana en movimiento bamboleante y lento. En esos caminos solo saludan los del pueblo. Los veraneantes tienen una ceguera urbanita, que impide reconocer otro ser humano en los rostros de desconocidos.

Hay caminos para deportistas, entrenando mañana y tarde, con  ropas en ácidos fluorescentes, adornados con todo tipo de aparatos medidores, pateando rítmicamente, con la respiración que tanto les envidio,serena aunque corran veloces.

Los caminos que me aman son los solitarios, los olvidados.
Los roturaron pies calzados con alpargatas, o rebaños de cabras buscando hierbajos.
Ahora sólo los cruzamos quienes no queremos llegar a una meta concreta, los que nos regodeamos en su simple recorrido, quienes disfrutamos simplemente acariciándolos.
Sus cuestas son ligeras, y en los recodos siempre hay piedras,  muros caídos. Al respirarlos, se nota que están sembrados de citas de amores y desencuentros de enamorados.

Caminos, apenas está llegando el otoño, y ya os echo de menos.




miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las cabezas de Messerschmidt








Llevo todo el día admirada, contemplando las imágenes. Soñando con poder verlas de cerca, rozarlas con los ojos y las caricias de las mano.

Son la obra solitaria de un artista del siglo XVIII, y tienen la actualidad del siglo que viene, la fuerza que crece en el presente que busca tener futuro.

Cabezas.
El escultor ante el espejo, tal vez buscando en el autoreflejo una comunicación con los otros que él mismo se negaba.



La cara de un ser humano.

El rostro que habla cuando el alma está amordazada y no puede expresarse con palabras.

Gritos en cada uno de los músculos en tensión.

Gime, ríe, sufre, ama.

¿Hay algo más bello?¿Qué puede existir en la Creación tan repleto de divinidad?

 Nada más bello que el rostro de un hombre.






jueves, 20 de septiembre de 2012

Secesiones







Hace unos días, una bloguera amiga  describía con perfeccion la desazón que (nos) ha provocado en muchos el estallido de la furia independentista "...ambiente enrarecido de familia que se ha roto tras una tormenta de reproches e insultos, tras una discusión donde se dicen cosas dolorosas que luego no pueden borrarse de la memoria, donde han corrido amargas lágrimas que acompañan las rupturas traumáticas entre personas de la misma sangre que se querían y convivían armónicas."


Evidentemente no es nada nuevo ni poco esperado. Se veía. 

En la Historia del mundo mundial han sucedido y sucederán hechos similares, una y otra vez. 
Basta con los mínimos conocimientos de cultura general, y no haber perdido  del todo la capacidad de levantar la nariz del propio ombligo, para darnos cuenta.

No es novedad ni en la historia de los pueblos ni en la historia intima y cotidiana de las familias, las comunidades de vecinos, los equipos de trabajo, los clubs deportivos o cualquier otra relacion entre humanos. 

Somos asi. Nos dejamos ser así.

En cualquier relación entre humanos suele darse el fenómeno: el/la, ellos/ellas, que no quieren ver más que lo suyo, su comodidad, su beneficio, sus dificultades, sus circunstancias, que siempre son tan-tan especiales, que los hacen únicos, distintos. 
Y siempre se sienten víctima, ofendidos, injustamente agredidos e incomprendidos.
Suelen "montar pollos", y quienes le rodean hacen la vista gorda, consienten y pasan por alto sus privilegios de niño mimado por aquello de "que haya paz"
Pero nunca es suficiente. 
Siempre YO-YO-YO. Sólo MÍO-MÍO-MÍO.
Libertad: sólo la MÍA.

Los gestos de cariño, servicio y amabilidad de los otros no son más que "lo que se les debe".
Son incapaces de percibir el sacrificio que otros hacen por ellos, porque se cumple el refrán de "piensa el ladrón que todos son de su condición". Y si alguien hace algo por ellos, están seguros de que lo hace porque "les viene bien" : les apetece o les interesa. 
No pueden ni imaginar otra motivación porque, como los perricos del anuncio, "ellos nunca lo harían".

Después viene lo de la "desafección". Siempre son los demás los que les apartan, nunca se sienten suficientemente queridos ni comprendidos ni admirados, y aprovechan cualquier acto o celebración común para mostrar sus aspectos diferenciales y recordar a todo el mundo "lo mucho que sufro y lo poquito que me quejo": desde"no acudir por problemas de agenda", a puyas, morritos, caras largas, desplantes de todo tipo. Todo vale para la autoafirmación.

Hasta que un día alguien les niega algo, casi siempre coincidiendo con momentos difíciles, cuando alguna enfermedad llega a la familia, o hay recortes en la empresa y hay que trabajar más cobrando menos, o derramas extra en la escalera. 
Cuando se pide un poquito de colaboración, un sacrificio para todos, para el bien del grupo o de los más débiles. Por pequeña que sea la cesión, ellos se alzan como víctimas absolutas, blandiendo eso de que "todos contra mi", y que no les queda otra salida que la ruptura, la secesión.

Claro, es la única salida. Para los egoístas no hay otra. 

Por eso, con más de dos mil años a cuestas, lo del "amar al prójimo como a uno mismo" sigue siendo novísima novedad.






martes, 18 de septiembre de 2012

Gestos *








Desde que nacemos nos mecen miles de movimientos imperceptibles que tejen la cuna del alma. 

El modo de abrir los ojos, o cómo fruncimos la comisura de los labios, la modulación de la voz, y ése deje que nos señala por donde vamos con una denominación de origen. 

Son la herencia que recibimos con la vida compartida. 
Como el color de los ojos y los rizos del pelo, nos los entregan otros gratuitamente, sin pedirlo ni desearlo. El gen transmisor no es bioquímico, lo transmite el virus del cariño, el roce imperceptible que nos enseña a imitarnos. 

Es muy curioso contemplar desde fuera cualquier comunidad humana, después de unos meses de convivencia, crece y crece el denominador común, y van apareciendo expresiones, formas de reír palabras en clave que nos igualan.

Es sobre todo en  casa, con los nuestros, donde el amor  nos  moldea con caricias imperceptibles los gestos que nos van fotocopiando, intensificando los parecidos que ya nos rotularon los genes. Parece un milagro, como una imagen que se refleja en un espejo y se duplica hasta el infinito en repetición constante.

Algunos gestos los vemos repetidos en nosotros o en los nuestros, y el mismo paso  de mi padre , inclinando el pie hacia adentro , es el que ahora veo en mi hermano. 

Pero hay otros gestos, que aunque sin razón desaparecen del escenario de lo cotidiano , se quedan pegados en el fondo del corazón.  

Son modos concretos que contemplamos como espectadores pasivos, cuando somos niños pequeños , sin mediar explicaciones, porque nos parecen universales. Incluso algunos son pura repetición mecánica, sin que haya intención precisa de transmitir con ellos idearios ni valores. 

Pero no hay nada insípido, insustancial o inocuo en el hacer de los padres. 
Esos gestos son importantes. 
Son los cristales claros para entender el sentido de las horas y de los días. 
Son la excelencia cotidiana, el brillo eterno de lo diminuto.

Forman parte de una época que respetaba los símbolos, no sólo como convencionalismo. Porque  detrás de unos 
movimientos, imágenes u objetos, se agazapan  con discreción las convicciones poderosas que mueven los corazones.

Son gestos que alimentan. 
Como el pan de pueblo. 

El pan sobre la mesa de todos. Algo tan sencillo y familiar,  símbolo del alimento eterno.

Pan bendito. Como la simplicidad de levar harina y agua, y como representación de alimento y bienes que se comparten.

En el forro del alma se quedó prendido el gesto, la señal de la cruz que mi padre hacía en la base de aquellas hogazas del pan de cada día. 
La cruz en los panes tostados y olorosos, redondos como lunas gitanas, o recién peinados con aquellos dos moños encarados.
Antes de empezar a cortarlo en rebanadas, trazaba con el cuchillo la señal , la marca de acción de gracias.

Un gesto cotidiano que me enseñó con sencillez silenciosa la gratitud por la bendición inmerecida de tener pan en la mesa, y compartirlo en familia.






                            * Este verano mi padre cumplió años, y le regalé un libro: "Una vuelta a su mundo en 80 páginas".

Comparto algunas con vosotros.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Hacerse cargo






El primer contacto con la realidad es siempre una impresión. 

Conocer exige más. 
Ver la verdad de lo que nos rodea es un trabajo no siempre fácil. Al fin y al cabo, entramos en la realidad con las gafas de la mismidad puestas: con los cristales teñidos con el pasado de cada quien,  con sentimientos únicos, con lo que leímos y  lo que otros nos dijeron, con las heridas y alegrías íntimas que nunca salieron a la luz.

Por eso, cuando alguien habla, que es el modo más personal de revelar su realidad, no es suficiente con las primeras impresiones. 

Con "oír" no basta. Ni conformarse con "estar informado."

Es tan difícil ser buen escuchador… y tan importante ser escuchado.

Se necesita la "inteligencia sentiente"para hacerse cargo de la realidad que alguien nos comparte.
Para que el otro descanse contando y que mientras abre su intimidad perciba misericordia samaritana, esa que va más allá de la simple empatía, la escucha que contiene acción-intención de aliviar el sufrimiento ajeno, y que incluso asume el compromiso de compartir su destino. 

No hace falta "solucionar", ni siquiera acertar con el consejo. 
Sólo hacerse cargo, con inteligencia, compasión y compromiso.  

Cuando alguien nos escucha de este modo, faltan palabras para dar las gracias.

martes, 11 de septiembre de 2012

Sobripaellada



Aún hace tanto calor... Hoy oficiosamente es el último día del verano,  mañana se llenarán otra vez las calles de niños enmochilados y madres al volante.
Pero aún quedan temperaturas agosteñas y moreneces requemando la piel.



Hoy, precisamente hoy.
Cuando algunos quieren hacer de lo que separa una fiesta, y se lanzan hacia una orgía reivindicativa que a mí me recuerda tanto  esa escena en la que la madrastra de Blancanieves le dice al espejo eso de "Espejito, espejito mágico, dime que soy yo la más bella del reino...".

Sí precisamente hoy, celebro y reivindico una fiesta "unitiva", con el único propósito de comprobar que nos hace felices buscar puntos comunes y compartir lo que tenemos.
Aunque sólo será una paella "a lo pobre", y de postre sandía. Cocacola para los pequeños, y un lambrusco bien frío para los mayores.

Será una celebración de bajísimo perfil, sin resonancias mediáticas.  Sólo se oirán los gritos de los niños jugando, las risas y las conversaciones-controversias de los mayores con el café, sobre educación, sobre política, sobre las mil y una tonterías del día a día.

No saldremos en ninguna portada, será una acción reivindicativa de lo más ineficaz...pero sólo en apariencia. Fomentar lo que une, empeñarse en sembrar la visión que resalta lo bueno de estar juntos puede parecer inútil, pero estoy convencida de que aunque nada en el presente ni en el futuro más inmediato cambie con mi sobripaellada, la eternidad es un tiempo muy largo.








jueves, 6 de septiembre de 2012

Guiri por un día *






Desde hace décadas "los deberes" son parte de mi maternidad,a base de  cuadernos de caligrafía, mapas de Europa y  maquetas del sistema solar. 
Nos hemos aburrido con las tablas de multiplicar y entusiasmado con ripios poéticos.

Ayer empezamos el que tal vez sea el último trabajo escolar de la etapa maternal. Aún no sé qué puede deparar la abuelidad.

Con una guía turística y la cámara fotográfica nos lanzamos por nuestra ciudad. 
Vamos tras las huellas que el Modernismo ha dejado en su vida cotidiana.
Y las acera y esquinas que cada día rozamos con indiferencia, se revisten de novedad, incluso de sorpresa. 
¿Cómo he podido pasar por alto esa puerta, las flores de aquella vidriera, la elegancia en decadencia de ése ascensor?

El día se ha quedado encogido. 
Sólo podemos llegar hasta el Palau Güell. 
Nos mezclamos con la marabunta de turistas absortos en las explicaciones de la audioguía. Con el telefonillo pegado a la oreja recibimos  la ración de cultura enlatada. Cada uno en nuestra lengua, parece la solución a la babel eterna.

Desde la terraza gaudiniana,  acariciamos el rostro de esa vieja ciudad, tendida al sol sin posar, desprevenida, durmiendo la siesta tan cerca del mar.
En esa quietud reconozco sus cicatrices de miseria y suciedad. 
Nos conocemos tan bien… pero vuelvo a enamorarme de ella al mirarla desde otro prisma, con los ojos de la primera vez.

Al llegar a casa recojo las toallas y las sábanas resecas de tanto sol. 
Doblándolas también descubro sus rozaduras, los pliegues descoloridos que ya no mejorará la plancha. 
Son viejas. También. Siempre las mismas con los defectos de siempre. 
Como las calles de la ciudad que me atrapa en su vieja belleza novedosa.

Entro en casa. 
Con ojos nuevos. 
Con la mirada de guiri que quiere ser sorprendida por la belleza de la novedad. 
Con la voluntad de querer ver en los resabiados "siempre igual", el instante de los fuegos artificiales de la primera vez. Porque así es el amor, que nos deja ser guiris en nuestra incómoda, sucia y requetesabida ciudad.  Y ver la sonrisa del tiempo entre las monotonía, manías y repetitivos defectillos de los nuestros.
Tan solo hay que querer pararse en las esquinas adecuadas, las que dan el buen perfil de quienes amamos.



* Para los muy jóvenes: El título hace referencia a un programa de la TV prehistórica, "Reina por un día". 


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Post Break




Ahora lo complicado es encontrar una excusa para volver...


Recuerdo cuando regresábamos de aquellos veranos de tres meses y encontrábamos la novedad de nuestra casa en pausa.
La desidia de los juguetes y libros que nos habían hartado antes de los calores, tenían la novedad sugerente de lo desconocido.

Así vuelvo al bloguerío.

El entusiasmo está servido.

Sólo tengo que encontrar una excusa para volver a escribir...