lunes, 29 de octubre de 2012

Superglú






Este fin de semana mi madre ha cumplido años.
No hace falta que sea su cumpleaños para que le de gracias a Dios por tenerla. Son tantas las cosas buenas que nos regala, y las que que nos ha ido dejando silenciosamente con su vida, que sólo la lista para enumerarlas sería un post demasiado largo.

Ayer, mientras cantábamos el cumpleaños feliz, ella recibía con ilusión agradecida las cuatro tonterías que le regalábamos. 

Pensé en la tarea de filigrana que es hacer familia.
Labor invisible y casi muda. 

Aquí no basta con "ser". Como en todo lo humano, también hay que querer. 

Somos padres, hijos, esposos, hermanos, abuelos, tíos o primos. 
Ahí estábamos todos cantando. 
Pero depende "de cada uno de todos"  que se vaya formando ése calor tibio que da el saberse querido sin condiciones.
Depende "de cada uno de todos", de cómo queramos dibujar estas palabras que definen nuestras identidades familiares, del color que  pongamos a los pequeños gestos de lo cotidiano.

Son "haceres" tan pequeños, que les quitamos importancia, y siempre tenemos una excusa para despreciarlos, siempre hay cosas más importantes y urgentes en nuestra vida que dedicarnos a perder el tiempo juntos, simplemente contemplándonos. 
Siempre hay algo "mío" más interesante y fundamental que ponerse a perder el tiempo con lo "nuestro": exámenes, excursiones, vacaciones, trabajo… Y puede ir pasando el tiempo, y nos vamos engañando diciendo,"luego", o "irán otros", "que lo hagan los demás". Siempre encontramos justificaciones.

Olvidamos que está en nuestra libertad el amar bien o mal. Y que el amor es, sobre todo, un verbo de la voluntad. 
La voluntad de querernos juntos, ése es el gran tesoro del cariño en familia, la unidad. El pegamento que da la fuerza cuando nos llega la dificultad.

Hoy le doy las gracias a mi madre de un modo especial por ser "superglú", por saber unir con tanta delicadeza, y por haber sido tan buen ejemplo como para que nos ilusione  llegar a ser un  "pegamento" tan amoroso como ella.


viernes, 26 de octubre de 2012

No ficción






Lluvia y calor. 
El vagón respira humedad. Cerrados, los paraguas descargan su aguacero en charcos sucios. 
En el metro nuestra humanidad huele a todo menos a ozono, el perfume preferido de las tormentas.

Dando tumbos se acerca a la plataforma un hombre enorme, joven pero con todas las arrugas de la miseria en su cara. Suelta sus bártulos, una mochila y dos bolsas de plástico. Su patrimonio. 
Grita un discurso desesperado. El de siempre, uno de tantos. Ya nos hemos acostumbrado.

           - Acabo de salir de la cárcel, hace cuatro días que no he comido…si llevan algo para     comer, por favor se lo pido, denme algo… 

Enfurecido. Llora.

          - Estoy sucio, no tengo a nadie, unas monedas, ¡POR FAVOR!

Los alaridos han hecho silencio en los rostros. 
No queremos mirar, ni oír. 

Su drama, lo gigantesco de su cuerpo enrojecido o las greñas grasientas y mojadas, quién sabe cual ha sido el argumento, hacen que recoja más monedas de las que suele ser habitual en estas situaciones.

Bajamos en la misma estación. 
Lo siento a mi espalda en las escalera mecánicas.
Grita. Grita. Grita.

           -¡Para esta mierda, para esta miseria…hay que robar, yo vuelvo a  robar!

Y tengo miedo.
En dos segundos leo los titulares  en periódicos imaginarios:"Apuñalada en el metro","Indigente huye tras agredir a una mujer", "Horrendo crimen en las escaleras mecánicas", "Atacada por un expresidiario en libertad provisional, se desangra una mujer que estaba de paso por Madrid"...
Ya se sabe, la imaginación, ésa loca.

Se me hacen interminables las escaleras mecánicas de La Latina. Huir corriendo me parece una bofetada a la dignidad de ése hombre, pero su calor corporal tan cerca, vociferante, me impide girar la cabeza y mirarlo con la compasión que siento.
Miedo de verdad, lo confieso.

Cuando salgo al aire, acelero, sin pararme para  abrir el paraguas, dando trompicones con unas bolsas, que ya ni me pesan.
Lo que se dice una huída cobarde en toda regla.

Y me acuerdo de mis héroes literarios, de Jean Valjean, el protagonista de Los Miserables de Victor Hugo, y de la misericordia del Obispo Myriel frente a la rigidez de la justicia en Javert, el comisario.

En la no ficción, la compasión es más compleja que sobre el papel.
Al menos para los antihéroes como yo.





miércoles, 24 de octubre de 2012

Italianinis



Es antiguo, pero hoy nos hemos vuelto a reír.






jueves, 18 de octubre de 2012

El crimen de la calle Montcada





Ha sido un septiembre seco. El aire araña la garganta.
Ni una gota de lluvia que echarse a los pulmones. Aunque las noches mediterráneas son tan húmedas, que descomponen las basuras que quedan incrustadas en los resquicios de la calle. Sólo humedad en humo tibio, invisible. Las únicas aguas líquidas desde agosto son los orines de los borrachos. 

Ni una gota  que limpie y devuelva la sensacion de empezar de nuevo. 


El vapor de las madrugadas, tan cerca del mar, desintegra los aromas, los embrutece y ya no se distingue el salitre, ya no hay olores, solo  hedor. Indefinido, pringoso, putrefacto.

Desde primera hora estoy dando vueltas en busca de algo sólido, algo que no sean esos gases nauseabundos del puerto. He recorrido mil veces las sombras de la calle  Rec, hasta los adoquines de la palaciega Montcada, que  suele ser más generosa: Hay que acercarse a los ricos, siempre sueltan alguna migaja, lo decía mi madre. También decía que cuando los ricos hacen algo o comen alguna cosa desconocida,  seguro que es apetecible. Tiene razón, como siempre. Mi madre siempre tenía razon.

Pero por más que lo intento, hoy solo hay polvareda y piedras por los rincones. 
Los nervios empiezan a hacer de las suyas.  Anochece.  Mala cosa juntar  oscuridad con  tripas vacías. Hace que se  desconecten las pocas neuronas que caben en mi cabeza. 

Y además está el miedo. El presentimiento de un peligro que no veo, en realidad ni lo huelo, pero sé que está... ¿donde?  Esperaré a que empiecen los del mercado de Santa Caterina, algo se les caerá, sólo serán unas horas más. 
Me haré una bola en ése recoveco, y dormiré un rato.

El despertar dura un segundo. 
El tiempo imprescindible para sentir cómo se clavan las uñas en la garganta y oír la voz del asesino: ¡MIAU!. 
Así de breve. 
Como mi vida, la de un ratón cualquiera.


martes, 16 de octubre de 2012

Sólo es el principio







Según la jota, la Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa. 
Habitualmente me fío mucho de lo que aseguran las jotas, pero con esta tengo mis dudas.

Confieso públicamente que me gusta el cine francés. Ya sé que es aburrido, pero precisamente por eso me fascina, por esos monólogos interminables y conversaciones de salón.  

Si a eso le añadimos el tema educativo, que ha sido la conversación habitual en la mesa familiar de mi infancia,  no puedo resistir la tentación. Disfruté con "La Classe" y con "Être et avoir".

Y ahora estoy que no vivo por ver esta peli-documental, que sólo "echan" en un cine de esos ratitos en toda la ciudad: "Solo es el principio"(Ce n'est qu'un debut).

El tema promete: Un taller de filosofía en una escuela pública de "la Banlieu" de Paris, con niños de 3 y 4 años. Dos años filmando una evolución.
El reto: aprender a pensar. Maravilloso.

Se me cae la baba cuando el pequeñajo dice"rèflèchir". Reflexionar…
Sueño imposible. 
Creo que eso sólo se da con el RH francés, aunque estos francesitos hoy sean negros como el  carbón o amarillo limón. Con tres añitos son capaces de decir semejante palabro. 
Y guardan silencio cuando habla Pascaline, la profesora-maga que enciende la vela del pensamiento.
Yo eso no lo he visto ni con alumnos de veintitantos.
Escuchar, pensar, hablar. 

Sobre el amor, la libertad, la justicia, la belleza… a partir de las experiencias y deseos de estos mocosos de cuatro años.

Enseñar a pensar, porque el ser humano es capaz de conocer la verdad.

Aprender a preguntarse el porqué. Filosofar es aprender a hablar, a hacer, a ser … a ser "con otros".

Me parece una de las medidas más eficaces contra tanta crisis. 

Aunque, claro, igual es sólo apta para franceses.







martes, 9 de octubre de 2012

Flashback o Regresión al futuro










Han sido unos días de volver a otro tiempo, un flashback de fin de semana. Hemos tenido a la sobrinada en casa: siete, entre 17 y 9 años, más los fijos de la temporada.


Un recuerdo de costumbres olvidadas: 
Que los niños se bañan antes de cenar, en una mesa apretujada, contando chistes de escatología infantil, el clásico caca-culo-pedo-pis con macarrones y pollo frito.
Y que hay que sacar de paseo al rebañico, dos veces al día, mañana y tarde, para que se mantenga la calma. 
Las bicis, los deberes del sábado, secarles el pelo, lavadoras con las batas de cole que salen "limpias" con las mismas manchas, y que hay que untarles la nocilla para merendar, y antes de las 12, ir recogiendo a los adolescentes, como un Taxi Driver profesional. 
Y para entretener el tiempo, el Domingo hacemos bombones caseros de nocilla, para cuando vuelvan "los papás".

Un ritmo intenso que se nos ha quedado enganchado en algún clavo suelto del corazón. De repente, volvemos a estar muchos juntos todo el rato.

Y me sepulta un alud de memoria, imágenes y sensaciones de lo que ya he vivido. 

Con 30 años ésa era la rueda de días con croquetas, deberes, uniformes, cuentos, palomitas, nenuco, partidos, fiebre,pañales,excursiones,piano,carne empanada,comprar zapatos, bajar el doble, limpiar mocos,canciones en el coche, vomitonas nocturnas,llegamos tarde al cole, Jesusito de mi Vida, la tabla del nueve, baños en fila, peleas, llantos, risas, muchas risas…y tardes sentada en el banco del parque. 

Un chachachá que no dejaba fisuras para tontadas.

Pero, cosas de la juventud, me perseguía la nube ésa del ¿me estaré realizando?, ésa nubosidad variable que se dispara tanto con los humores hormonales, y nos deja escrito en el cristal empañado del alma  eso de "mi tiempo y yo somos TAN importantes"…
Entonces siempre tenía la duda,  si eso realmente valía la pena.
Un tiempo de constantes minucias, intranscendentes, todo el tiempo ¿perdido?. 
Así fue. En realidad, sigue siendo así, aunque de otro modo. 


En la cocina pelo patatas. Como guarnición intelectual me acompaña Kevin, con su "Fin de fiesta". 
Estos momentos de soledad pensante, con el burbujeo de la freidora al fondo, son siempre estimulantes.
Sí, ahora que ya no hay nube. Ahora que sé que vale la pena-vale la pena-vale la pena, éste  fin de semana, ha sido una regresión al futuro:

Porque no hay ni nostalgia ni pena en ése flashback de "finde".

Kevin me da la clave: 
                                                       "… no me queda más memoria y no hay foto que quiera borrar!

                                                        "¡Si la vida es una orgía lenta, lo mejor debe estar por llegar! ".


Lo sé, es así, está por llegar. Estos días lo he visto y tocado.






jueves, 4 de octubre de 2012

Fulgor de cerillas







Los fuegos artificiales me atrapan. 


Mirar la noche y que empiece a explotar en chorros de luz, es volver al refugio de la imaginación infantil, retrasar el reloj biológico unos minutos, alisar las arrugas del alma.

Ya sé que son pólvora vanidosa y efímera,  relámpagos engañosos , que su luz no es buena como faro y guía. Pero me embelesa su belleza, el idealismo de ese brillo tan fugaz y coloreado con purpurinas. 
Porque son ilusión en vena.


Y eso son, fuegos artificiales, las ínfulas de orgullo que hinchan a quienes triunfan y son portada del Times, o personaje del año en París Mach.
Vale, seguramente la mayoría son hombres y mujeres con enjundia, merecen la portada y mucho más. Pero esa fama de papel, es estallido de pirotecnia. 
Lo recuerdo cada semana, cuando en el taller veo las pilas de revistas atrasadas, me saludan esos rostros fotografiados siempre por el perfil bueno, y los estrujo entre las manos mientras limpio con esos papeluchos las planchas de grabado. 
Toda la gloria acaba así,  emborronada en un manchurrón de tinta.

Y si ser la cara del día en una de esas publicaciones internacionales es  así de pasajero, que ahora se me ocurra como "ejercicio bloguero", nombrar  a algún desconocido como  "El rostro de la semana"en un blog que no juega ni en la cuarta regional, no llega ni a chasquido con pólvora mojada.
Lo sé. 
No será ni  fulgor de cerilla. 
Brillo mustio, que nace ya amortajado, y con una vida tan corta, que no llegará ni a "nanoluz".
Luz tan temblorosa y tristona como las ilusiones con las que se engañaba la pequeña cerillera, la del cuento de Andersen, mientras moría congelada en la noche de Navidad. 
(Vaya cuento triste . Si ahora nos quejamos de la crudeza de algunas escenas que contemplan nuestros niños, los antiguos no tenían manías en eso de mostrar la crueldad y dureza de los corazones, aleccionaban desde pequeñitos).

Y aunque sólo tendrá el esplendor caduco de la chispa de un fósforo, quiero encender toda la caja de mis cerillas, iluminar con ellas  este rincón recóndito y escondido entre las grutas de la blogosfera, 
Imagino que como siempre me repito, ya lo habré contado. 
Bueno, pues again, otra vez: De todo lo creado, lo que más me fascina son los rostros y las manos de un ser humano. Creo que unen en armonía lo que significa el amor creador de Dios y la libertad que nos regala con la vida.

Por eso, de vez en cuando, voy a nombrar en Matermanías "El rostro de la semana"( o del mes o del semestre, que eso nunca se sabe). 

Para que los destello de los personajes anónimos aclaren algunos días, en los que los rostros que salen en la prensa hacen crecer brumas en el alma.


*Nota para mis críticos tan crueles como amorosos: 
¡Vale, sí , acepto lo de la melancolía!. Tenéis razón.



martes, 2 de octubre de 2012

Una de Realidad



¡Qué difícil es acertar...!