lunes, 22 de abril de 2013

Parques de ayer y hoy









Acababa de lavarme el pelo. 
Acudí con la melena lisa y brillante y regresé a casa con los pelos revueltos y la cabeza "enharinada" por el polvo del arenero.

Me duelen los huesos todos con sus articulaciones, y noto la presencia de cada uno de los músculos del cuerpo humano. Ya no recordaba lo que puede llegar a correr un niño de 20 meses detrás de las palomas… y su abuela, (mi mismidad entera), detrás de él.
La falta de costumbre. 
Hacía muchos años que no iba al parque en acto de servicio.


Pero esto del parque es como lo de montar en bici, aunque llevemos mucho tiempo sin pedalear, el equilibrio sobre las dos ruedas quedó grabado en las sinapsis neuronales, por los siglos de los siglos, y nuestro cerebro ya sabe solito lo que tiene que hacer.

Enseguida logré retomar el mando de ése hábitat que fue la mitad de nuestro hogar durante casi veinte años. 
Cada día al salir del cole, y los fines de semana, con doble sesión, visitábamos "el parque". 
Que, en realidad, a lo largo de tantos años fueron muchos parques, casi todos los de la ciudad. 
Paisajes y paisanajes cambiantes, desde los grupos de madres jóvenes de mis primeras maternidades, en el que hice tantas y tan buenas amigas, al parque de "tatas" y  "canguros", en la etapa de nuestros hijos pequeños.

En el parque de hoy, había tantos padres como madres. ¡Bien por ellos!

Sentí un pellizco de "ensoberbecimiento" al comprobar que "somos abuelos jóvenes", porque la inmensa mayoría de los padres estaban más cerca de mi década que de la de mis hijos.

Me llamó mucho la atención lo "sueltos" que jugaban los pequeños. 
Nunca he "interactuado" demasiado, prefería que jugasen entre ellos, y salvo alguna vez que les hacía de portero, me sentaba en un banco,  con la mirada atenta y vigilante, porque los renacuajos eran- siguen siendo- de lo más imprevisible.

Pero ahora los padres se ponen a darle al teclado del móvil, y me dio la sensación de que se quedan tan panchos en su burbuja.

Aunque igual es que ahora tengo la sensibilidad cambiada. 

Las horas de parque eran un aburrimiento morrocotudo, siempre con la sensación de que tenía cosas más importantes que hacer, que era una pérdida de MI tiempo estar allí sentada. Pero sabía que ellos lo necesitaban, tanto como la escuela o la merienda : correr y jugar.
Al puro estilo de "la letra con sangre entra", poco a poco fui entendiendo, valorando la suerte de poder acompañarlos cada tarde.
Lo insustituible de esos ratos "perdidos", en los que se estaban fraguando tantas cosas invisibles pero fundamentales, en sus vidas y las nuestras.


La abuelidad es una metamorfosis en los gustos y percepciones.
Ya no tengo prisas, ni hay nada más importante que correr detrás de las palomas, y contemplar el juego de los niños con la arena.

Jugar es el trabajo de los niños, y me gusta verlos jugar tan en en serio, como anticipo de la pasión por la vida. 
Porque en definitiva la vida es un juego que sólo se puede ganar si se admite seguir jugando hasta el final, como niños confiados, manteniendo la certeza de que más allá de todos los vaivenes, merece la pena ser amada.
Vivir-Jugar como juegan los niños, que saben ver la novedad en la repetición del juego,  mil veces repetido. 
Como la vida misma.







martes, 16 de abril de 2013

¿Héroe o Villano?







Un corto basado en un artículo de Pérez Reverte.

Historia de lo mejor y lo peor.
Alejando la tristeza de los agoreros que creen en la predestinación.

Me gustará que os guste.

viernes, 12 de abril de 2013

Concursos








En lo de los concursos de la tele, me quedé con el recuerdo infantil de "Cesta y puntos", 
en blanco y negro y con look sesentero, y aquellos viernes en familia,después de cenar, 
con "Los Supertacañones y la "Ruperta" del 1-2-3.
Después nunca me han interesado lo más mínimo.

Por eso estoy tan soprendida con la novedad.
Estoy más que enganchada a "Great Brithish Sewing Bee".
Tengo que seguirlo en diferido( menudos son los de la BBC).
Pero siempre hay un alma con caridad informática que sube el video al "yutub".
Es la secuela de otro concurso del mismo formato "Great British Baker Bee"

Coser y cocinar.
Dos actividades vilipendiadas por la intelectualidad.

Hace mucho tiempo que me liberé del fantasma del qué dirán, 
me importa más bien poco si esto da o no da la imagen de mujer moderna, 
o si me tildarán de "marujil".

A mi me hace muy feliz: coser y cocinar.
Tengo la suerte de haber aprendido a gozar con casi todo lo que hago, por aficción o por obligación.
Al final, no sé ni diferenciarlo.

Lo que no soporto es el estereotipo de mujer-víctima que asume lo doméstico, incluso los aspectos pragmáticos de la maternidad, como un castigo, como tareas esclavizantes, por las que media humanidad (marido e hijos principalmente) deben estarle eternamente agradecidos.

Creo que en otros países ya han superado estos prejuicios

Curiosamente hay una cosa en la que se ponen de acuerdo machistas y feministas, 
desprecian y proclaman la independencia de la mujer y el hombre respecto a las tareas 
que implica la construcción de un hogar.
En el fondo esto no es más que otra manifestación del individualismo. 
Eso sí que me preocupa de veras.

Estoy convencida de que la felicidad de una persona tiene mucho que ver con el hogar que tiene, 
que es mucho más que "echar de comer" o "tener un techo bajo la lluvia". 

Hogar es la casa propia, la intimidad común.

"Construir un hogar, mantenerlo y cuidar a las personas que hay en él, es más rico y más profundamente humano que trabajar y transformas el medio.
La razón es sencilla: guardar a la persona pone en juego dimensiones humanas 
más profundas que usar instrumentos. 
Producir es mucho, cuidar de un hogar mucho más "(R. Yepes Stork)

Me alegra de que en otras fronteras hayan superado clichés anquilosados, 
y sepan pasarlo bien con algo tan cotidianamente monótono, 
transformándolo en un concurso creativo. 

Por suerte, estamos en la era internet, y algo bueno tiene esto de la globalización.



martes, 2 de abril de 2013

Flatiron & Flatiron


























La "boinez" cerril hace exclamar a los turistas en el extranjero eso de
"¡Igual que el de mi pueblo!".

Me parece un triste espectáculo el de los viajeros que recorren el mundo y medio
para comentar regocijados que "lo mío es más grande".

No deja de ser un modo de complejo de inferioridad esa necesidad de afirmar
lo propio ante las maravillas de otros.

En esto son expertos los nacionalismos.
Es una ceguera que impide disfrutar, crecer, aprender.
Catetez en vena.

En este caso, descubrí el Flatiron propio cuando ya conocía el extranjero.

No voy a hacer comparaciones.

Si es hermosa la esquina neoyorkina, como un buque en el asfalto, escenario para
historias de gansters y  películas en blanco y negro con voces enlatadas,
el chaflán de Barcelona tiene la belleza de un perfil picasiano, con los balcones de
los ojos escorados en la fachada.

Bajo la sombra de sus vértices los turistas se hacen fotos, intentando atrapar toda su altura,
sonriendo para quedar bien en el certificado de asistencia que habrá que enseñar a los
amigos y familia, o para que hagan comentarios chistosos al subirlas al facebook.

Ni el Flatiron de Nueva York es el edificio más alto ni el de Barcelona tiene un
estilo artístico que lo haga especial. Son el triunfo de lo raro, la belleza extraña urgida
por la necesidad.

A mi me caen simpáticos.
Me recuerdan a los retos de la vida diaria: cómo hacer la cena con lo que queda en la
nevera el viernes por la noche, cómo terminar una falda si me he equivocado al cortar
los patrones, cómo defender una causa sin documentos justificantes...cómo escribir un
post si no estoy muy "iluminada".
Curiosamente, muchas veces, de esas limitaciones surgen buenas cosas.

¿Se inspiró el americano en el del Born?
Probablemente no.
Seguramente a ambos les llegó la inspiración por la necesidad de hacer algo con lo
 único que tenían, un solar extraño y picudo que había que hacer habitable,
sin desaprovechar una migaja de suelo.

El yankee lo tenía más fácil, en esa tierra donde todo es XL pudo colocar dos buenas
ventanas en la punta de la nariz de su obra.
Pero cuando paseo por la calle Rec, siempre imagino qué hay detras de "la punta":
¿La taza del wc?,¿una mini despensa ?, ¿una estantería con libros de poesía?...
¿qué pondría yo al final de ése pasillo?
¿qué escondería en ése ángulo, en ése auténtico"cul de sac", en el punto final de mi casa?