viernes, 31 de mayo de 2013

Hagiografía de mercado







Cuando me recibió Barcelona hace casi ¡treinta! años, bajábamos casi todos los sábados a La Boquería.
Era un paseo de recién casados.
Mientras nos tocaba "la tanda", disfrutábamos juntos del arrabal en su vertiente cotidiana(alguna más que otro...para ser sinceros).

La Boquería aún era un mercado  de barrio. 
Se mezclaban en sus pasillos travestis sin afeitar, ancianas huesudas, amas de casa profesionales y gourmets aficionados. De todo un poco.
Admirado y cuidado por toda la ciudad, mantenía la clientela habitual, que empujaba sus carritos desde el Raval, o que atravesando la urbe en metro bajaba en "Liceu", para respirar Las Ramblas a primera hora.

Durante muchos años seguimos siendo clientes fijos. 
Poco a poco la carga fue creciendo, la de la compra y la de la vida,  espaciamos aquellos paseos de sábado.

Han cerrado muchas de "nuestras paradas", y lenta pero inevitablemente la Boquería se ha convertido en un centro para el turismo.

En los puestos en los que antes se apilaban las manzanas, las cerezas desbordaban las cajas subyugantes, y las fresas nos hacían guiños en montoncitos engañosos, mostrándonos sólo su mejilla ruborizada,  se acumulan ahora las cestitas de plástico transparente, estereotipadas y ortopédicas, con la fruta desnuda y desmenuzada, acompañada de un tenedor blanco con los dientes  afilados.
Los guiris se vuelven locos en las paradas de charcutería, con los jamones bailando cancán, y se admiran de las zalamerías gritonas de las pescateras.

Sigue teniendo mucha juerga la Boquería, aunque ha perdido un poquito de su sencillez entrañable.
Ya no acudo para abastecerme, pero lo visito casi cada semana.
Siempre encuentro excusa para recorrer sus pasillos con olores a ráfagas, con  colores y texturas artísticas. 

Suelo parar en lo que aún queda de primigenio, los puesto de "las pagesas", arrinconados en la placita, al aire libre, y con hortalizas y frutas no prefabricadas ni coloreadas, más bien feotas pero reales.

No me importa hacer cola para comprar solamente una manzana, dos mandarinas o un racimo pequeño de uva,que me endulzan el camino callejeando hasta el mar.
Esos minutos de espera me permiten admirar despacio las manos de esas mujeres que cada día montan la paradeta con una tabla y sus cajas de madera.Son manos resecas, enrojecidas, que colocan como en un castillo de naipes las alcachofas, o revuelven las cerezas para que la clienta compruebe que no hay trampa, que todas están maduras. Mientras hablan parece que acarician la fruta, nunca paran, descubren una mandarina podrida, y silenciosamente la apartan al cajón del suelo, pero no la tiran.A última hora pasarán a recogerlas con agradecimiento muchos a los que no les importan los golpes en los tomates, o un poco de moho en las naranjas.

Ahora ya no me dicen "¿Qué te pongo, nena?". 
Me tengo que conformar con el tratamiento monárquico: "¿qué quieres, reina?", y siempre me llevo de propina un chiste, un ripio, un cotilleo, una conversación interesante.
Esta semana mientras esperaba a que me cobrasen la manzana, se alargó la compra de dos mujeres que tenía delante en la tanda:

     - Hacía mucho que no venías…
     - Es que ya no trabajo cerca.
     - ¿Sabes que se murió el Manolo?
     - Sí, me lo dijo mi madre…¿de qué murió?
     - Pues de una de esas tonterías modernas(sic)…en dos días…
     - Lo he sentido mucho, el Manolo me echo una mano cuando lo necesitaba…sabía hacerte un favor 
       sin  que se lo pidieras...
     - Sí…así era el Manolo…

Y siguieron recordando tantas virtudes, que se podían resumir en que el Manolo sabía querer de verdad.

Recé un Padrenuestro por Manolo.
Y le di gracias a Dios, por tanta gente buena.

Y le pedí ayuda. Porque a mi me gustaría ser así, como el Manolo.









sábado, 25 de mayo de 2013

Sensatez


Estamos de finales.
Le he hecho una recomendación de esas que hacemos las madres, sobre horarios y salidas, apostillando "es lo más sensato".
Y me ha sorprendido con su rápida respuesta:

           - Aún no tengo edad de tomar decisiones sensatas.

La he abrazado con fuerza, riéndome con ganas.
Porque tiene razón.
 La sensatez se ve aburrida y peligrosa con 18 años, un "territorio comanche" del que mantenerse alejada.

Estos días he gozado con la lectura de un cuento con otra mirada, un libro difícil de entender desde los ojos jóvenes. Un cuento para leer muchas veces, porque en cada lectura seguro que descubriré aspectos nuevos.
Es una novela de Estefan Zweig, escrita como una leyenda oriental:"Los ojos del hermano eterno"
60 páginas de prosa poética, un  itinerario de búsqueda con moraleja.
La historia de Virata, un hombre justo que busca la felicidad sin culpa.
Creo que esta novela sólo se entiende cuando hemos saboreado las derrotas y placeres que vienen con los años, cuando descubrimos que "lo sensato" es muchas veces lo más arriesgado.
La mirada auténtica, la de la verdad íntima, tiene perspectivas ocultas.
¿Acaso es sensato escoger el compromiso de servir, de preferir al otro por encima de nosotros mismos?
¿Acaso el amor no es la insensatez absoluta, la mayor de las locuras





lunes, 20 de mayo de 2013

Descuartizamiento




"Saturno devorando a sus hijos".
F. de Goya





Bajaba la cuesta con la mirada perdida.
La primera luz del día se encendía tímidamente, y el silencio le acompañaba por dentro y por fuera.

Aún no se oía respirar en  las casitas que se apretujaban sobre la rampa en zigzag. Las habían edificado hacía poco, arrinconándolas entre la roca del acantilado y la cuneta de una antigua senda de contrabandistas. Eran construcciones para esos nuevos ricos que juegan al lujo de la sencillez. Imitaban la ingenuidad de las casitas de pescadores con rebuscada cursilería en cartón piedra, y  la opacidad de la alborada aumentaba la sensación de estar en un escenario. Las sintió más repulsivas que nunca, el símbolo de la superficialidad que le aplastaba.

Sólo se cruzó con un gato negro que corría ondulándose como una cinta de raso.
Pero no le turbó la superchería, ya no importaban los gatos negros ni los espejos rotos: Toda la mala suerte estaba ya desatada.

Corría para acercarse al misterio del rugido del mar, que de lejos atrae con su ronroneo, como amante insinuante, y cuando se alcanza, aturde, ensordece y absorbe. Necesitaba emborracharse con el escándalo del oleaje, encontrar en esa bulla las fuerzas para el fin del final.

Tenía las manos doloridas, magulladas con los golpes de su propia fuerza. Le dolían los dedos en cada una de sus falanges y aumentaba el suplicio al recordar el crujido de tanta vida mientras retorcía con furia cada uno de sus pedazos.

Cuando tomó la decisión tenía la esperanza de que así encontraría la paz de la justicia.Pero...¿cómo olvidar la propia vida, el único sentido de todos sus pensamientos, el centro de toda su energía e imaginación durante tantos años?

No había otra salida. Mejor así.

Ya sólo quedaba esparcir sus restos por el mar.

Al llegar a la orilla extendió las manos para contemplarla por última vez: 
El final de tanto sufrimiento. 
La consumación del largo peregrinaje intentando la vida de puerta en puerta. Había terminado al fin con la ristra de explicaciones manidas e injustificadas.

El, que la había creado, la inmolaba. 
Sólo quedaban chispas de sus restos entre los dedos manchados de rojo, la tinta roja con la que la última editorial había vuelto a rechazar su novela.
Cuatrocientas veinte páginas en dos mil pedacitos, flotando como un lecho de pétalos. 
Un funeral vikingo para su alma escritora.

sábado, 18 de mayo de 2013

Sabiduría Natural




Está en inglés, que siempre es indicio de mayor rigor científico.

Lo de siempre, la Naturaleza: sabia y maestra.

Tesis científicas que refuerza mis íntimas convicciones.





1.- Si andar o montar en bici es bueno para la salud, el cartero seria inmortal.
2.- La ballena nada cada día, solo come peces, bebe agua y está gorda.
3.- El conejo corre y salta, y solamente vive 15 años.
4.- La tortuga no corre, no hace nada...y vive 450 años.

¿Y me dices que haga ejercicio?
Creo que no...






miércoles, 15 de mayo de 2013

Cinco minutos de un viaje en tren



                                                                          E. Hopper



Oigo dos conversaciones cruzadas mientras escribo. 
De los asientos de atrás me llegan las voces de mi sobrina pequeña y mi hermana, jugando a adivinanzas, entreteniendo el rato que aún nos queda. 
En el asiento de al lado un hombre musculado con pintas de matón de gimnasio o de guardaespaldas, habla con deje "cani" con sus compañeros, sobre boxeo, con nombres y palabras que no entiendo.

Desde fuera, a través del cristal de la ventanilla, pasan silbando las llanuras verdes. 
Está siendo una primavera rabiosa, más brillante que otros años, saturada de esmeraldas con sombras púrpura. Hoy viene el cielo con nubes prendidas, con pinceladas cortas, grises en un fondo azul como el que pintan los niños. Cuánto me gustan las nubes. Siempre quisiera pintarlas, con su esponjosidad  de bizcocho... Me gustaría saber plasmar la atmósfera opaca de sus ondulaciones filtrándose en la luz transparente.

Ya casi llegamos .
Aparecen como chasquidos aldeas blancas entre los campos recién germinados.
A borbotones de velocidad atravesamos pueblos recién construidos, bloques de pisos que nunca han sido estrenados, fantasmas de los pródromos de esta crisis, esqueleto de las desmesuras e insensateces.

Madrid se despereza soleada. Intuyo su ronroneo de coches como saludo de buenos días. 

Mi sobrina ríe como sólo saben reír los niños de diez años. Estrenando humor inteligente, sin poder sofocar las carcajadas que mi hermana, pudorosa, intenta aplacar por cortesía con los otros viajeros. Pero la risa es incontrolable en la seguridad confiada que ofrece la infancia.

Al escucharla también río, pero por dentro, porque Madrid se ha quedado en mi corazón como el recuerdo del primer debut de libertad, a la que ni tan siquiera le había quitado  la etiqueta de la novedad. Y siempre que vuelvo, regreso a esa sensación de inauguración, de emancipación recién estrenada.

Me ayuda mucho recordar que sólo tenía 17 años. 
Para no sufrir tanto por ellos cuando comienzan a alejarse de mis alas de clueca.
Para entender sus ganas de independencia y disfrutar con ellos el regalo de la libertad.

Para educar no hay mejor medicina que la  memoria.





lunes, 13 de mayo de 2013

Los jirones de la Historia (I)





Está al final de la calle del Ave María, una callejuela del Call, tan corta como la jaculatoria de su nombre. En sus escaparates amplios se apretujan cientos de objetos al tun-tun, pero armoniosamente dormidos. El rótulo pintado en el cristal compone un "buen maridaje", como dicen ahora, con el verde jaguar de los marcos y porticones: "Heritage". Un hermoso anglicismo para definir su contenido.

Entro de vez en cuando, menos de lo que me apetecería. Como sólo curioseo, me contengo. El dueño ya me conoce de tanto verme, y no quiero hacerme pesada. Alguna vez he comprado alguna fruslería: un bolso de mano de los años sesenta, botones de azabache, un pasador de nacar para el pelo...
Conozco cada rincón del expositor y hace unas semanas me sorprendió la novedad: Un abecedario bordado, colocado de un modo tan insinuante, que desparramaba toda su historia a través de pliegues y dobleces, intrigando a cualquier imaginacion que se precie, con ese "sí pero no", dejando entrever,  más que mostrando, esos trocitos desgarrados del tejido de una vida anónima  aunque tenga nombre y apellidos.

       Colegio de Ntra. Señora de......
       Alcañiz 188---
       Dolores Paricio.


Toda una posibilidad de novela contenida en los hilos entremezclados y delicadamente pespunteados en el cañamazo de lino.
Dolores Paricio, la firmante del bordado.
¿Cual fue su historia, el trocito de tiempo que protagonizó su vida?


…Pudo ser la hija única de una heroína de la guerra de Independencia, (que por estas Cataluñas modernas llaman "la guerra del francés", todo sea por diferenciarse y no reconocer las uniones de la historia) que llegó a Barcelona buscando  las oportunidades  con salitre y aires de modernidad que no encontraba en aquel Alcañiz polvoriento. La percibo con bucles trigueños, redondeada en sus formas pequeñas, bordando letras por obligación en el colegio de monjas, en adolescencia enfurruñada,  mientras soñaba junto a la ventana que dejaba ver las viñas y el Castillo de los Calatravos...


...Pudo ser una aragonesa con ojos negros y voz de jota, de familia con hacienda, que hizo infelices bodas con algún viudo acaudalado, al que nunca llego a amar como al Ramón, un pastor pelirojo que la besó por primera vez en primavera, a orillas del Guadalope...


...Pudo ser una huérfana que perdió a sus padres en el asedio de los carlistas, y que al finalizar el internado en el convento de Alcañiz, se despidió de la Virgen de los Pueyos, y fue recogida por sus tíos maternos, instalados en Barcelona. Allí, en aquella ciudad que desperezaba al modernismo, extendiéndose por el ensanche,  vivió amores y aventuras. Entre estas mismas calles que hoy me cautivan, ella descubrió los tejemanejes de la vida, en un palco del Liceo...


...Pudo ser una tímida alcañizana de tez de plata, que a pesar de su físico menudo gobernó la hacienda que en herencia le dejó el Emilio, al dejarla viuda y con un hijo en camino, y que mimado y consentido, dilapidó por el París de las Francias y los burdeles del puerto de Barcelona aquellos  duros que con tanto ahínco se habían juntado, teniendo que empeñar hasta el ajuar de novia que había bordado su madre.


Los objetos aprisionan historias reales más novelescas que las imaginadas por la literatura. 
Las mejores y mas complicadas tramas que he leído, han sido las encontradas entre los legajos de pleitos por repartición de herencias,  o la documentación para una compraventa, entre las aburridas paredes de un despacho de abogados. 
Porque los cuentos y las novelas no son otra cosa que el reflejo opaco del esplendor de cualquier vida, por anodina que parezca. 

Cuando me paro ante el cristal del anticuario o acaricio el pasado en los tenderetes de los brocantes y chamarileros, siento la misma emoción que cuando revolvía por el añorado granero, en el que aún quedaban sillas, cartas, juguetes y sombreros con el ADN de mis antepasados. 
Lo mejor de esos mensajes es que no nos llegan enteros, que hay que completarlos con la imaginación , que hay que ponerles color si se quedaron en blanco y negro.

Son los jirones de la Historia, la de cada uno, la que realmente debería escribirse con mayúsculas.



domingo, 5 de mayo de 2013

Pliego de Descargo


                             


                                   



Casi todos los que leéis este blog sabéis que ando aturullada en nuevos ritmos laborales y varios proyectos a medias.

Por eso tengo este rincón tan desatendido, que parece que me he despedido a la francesa(¿que expresión usarán los gabachos?).                                          

Se me amontonan bocetos de historias que me gustaria contar, fogonazos de pensamientos que quisiera compartir.

Vuelvo enseguida, en cuanto encuentre el modo de ordenar mis horas y ponerlo todo en su sitio de  nuevo.

Os echo de menos.