Tengo lo que se dice ...un trauma familiar. Me han dado un golpe, y se me ha llenado de moratones e inflamación un rincón del corazón, llamado "familia". Familitis aguda, o inflamación de la familia.
Lo curioso es que el golpe no me ha llegado de los que no entienden ni comparten mi estilo de vida. Salvo algunas excepciones, siempre he encontrado respeto en quienes tienen una opción vital diferente. Tengo la gran suerte de tener verdaderos amigos, que pensando y viviendo de un modo muy distinto al mío, no han dudado en remangarse, y ayudarnos a superar dificultades.
No, a mi los golpes que me duelen son los que vienen del fuego amigo.
De aquellos que proclaman con la boca llena, lo maravillosa que es la familia numerosa...pero, eso sí... de lejos y en fotografía si puede ser, que el papel todo lo aguanta, y allí no hay roces ni malos olores.
De aquellos que ponen los ojos en blanco cantando las excelencias de la vida familiar XL, pero enseguida encuentran excusas: "...como sois tantos... ","como somos tantos...", y nos condenan al estilo cuartelero, a comer de rancho, a no tener regalos, a no ser nunca invitados, a no celebrar cumpleaños...
De aquellos que cuentan excelencias de la familia, pero son incapaces de encontrar tiempo y modos de acompañar a los propios, porque "somos tantos"... y estamos tan ocupados...
Y las cosas no funcionan así.
A lo mejor somos "muchos", pero en exquisita individualidad.
Porque yo soy "madre al 100%" de cada uno de mis hijos únicos, y no de un pelotón de seis.,
Soy la hija a quien necesitan los padres, aunque tengan otros hijos cerca.
Y hermana de cada uno de mis hermanos, de un modo diferente y pleno.
En familia, las identidades son personales e intransferibles.
Y cuando estamos juntos necesitamos celebrar fiestas, y regalarnos, y cantarnos unos a otros cuánto nos queremos, encontrando los momentos para vernos y acompañarnos, aunque seamos muchos. Porque somos indispensables, insustituibles.
Como en todas las familias. También ocurre en las que son menos.
Tal vez esos "bienpensantes" desconocen lo que es convivir compartiendo intimidad, y reducen la vida familiar a "organizarse", y "echarles de comer".
Para vivir en familia, tenga el tamaño que tenga, hay que aprender un doble movimiento: dar y acoger.
Saber hacerse sitio por dentro, para que todos quepan.
Tirar lo que estorba para que todos entren en el corazón, que se hace cada vez más elástico y grande.
Empujar por la ventana muchos tiempos que sólo son para "mi".
Cambiar de planes,hacer mil kilómetros para vernos un ratito, inventar soluciones generosas para que todos y cada uno disfruten de algo especial...
Hacernos "vacío" dentro, tirando lo que sobra, para entregar quien somos, nuestro tiempo y esfuerzos...
Y acompañar a nuestros viejos, jugar con los hijos, celebrar el santo, brindar por las notas o llorar los suspensos.
Eso es vivir en familia, grande o pequeña, y no perdernos en teóricas alabanzas estereotipadas, y vivir encerrado en un caparazón de galápago.
Me duele el golpe.
Detesto la incoherencia.
... en unos días la inflamación irá bajando...