Dejó que el agua recorriese su cara hasta escurrirse debajo del camisón.
Era el mejor buenos días.
Le gustaba el agua fría sobre la piel, despertaba cada uno de los cientos de músculos que tiene un rostro humano, tonificaba la posibilidad de sonreír.
Retiró el mechón de la frente y lo sujetó con la pinza de plástico rojo que había comprado en los chinos. Necesitaba teñirse,otra vez, y recordó que aún le quedaba una caja de tinte de la promoción 3x2, de la última macro compra en el súper.
Se acercó al espejo, ensayando muecas, como en su adolescencia: morritos, sonrisa de medio lado, mirada pérfida levantando la ceja, cara de globo hinchando los carrillos...autopedorreta final para burlarse del susto de su propia imagen, al encontrarse cada mañana, cara a cara en el espejo.
Según las revistas de belleza y moda, era una mujer madura, de esas a las que a las que los expertos en "outfit" y tonterías varias, aconsejan "realzar su mejor rasgo".
No era fácil escoger.
Los ojos...habían perdido la forma almendrada con "la invasión de los párpados", que tendían a la baja...
Curiosamente los labios eran lo único que adelgazaba de manera espontánea, sin necesidad de régimen ni gimnasio, retrayendo la sonrisa carnosa bajo el peso de las líneas nasobucales, cada vez mas empeñadas en hacerse notar. Colocándose el labio superior hacia arriba, probó a imitar el efecto "pato donald" que abundaba en las celébritis y en muchas de sus conocidas. Pero definitivamente no se veía con ese tipo de implantes plastificados. Al menos mientras los labios originales le sirviesen para seguir besando.
Le costaba reconocerse en aquella mujer , en aquel óvalo que se desdibujaba , siguiendo una ley inexorable , la que descubrió Newton a golpe de manzana, la que llama desde las entrañas de la Madre Tierra, la fuerza que estira y estira hacia el suelo, como un imán, continua publicidad subliminal de ése eslogan tan comprobado: Polvo eres y en polvo te convertirás.
Dos golpes secos, desproporcionados, interrumpieron el diálogo con aquella desconocida y sin embargo amiga.
- Mama, te cojo diez euros del bolso...y acuérdate de que no vengo a cenar.
- Vale, cariño, pórtate bien... ... Espera, dame un beso.
Corrió el pestillo y, tras la puerta, le pareció encontrar en otros ojos la mirada propia que creía perdida.