Paraísos urbanos

Las calles son guardianas de algunos secretos.

Se enredan entre ellas para despistar, para que sólo algunos sepamos desmadejar los laberintos y disfrutar esos trocitos de paraíso.

Casi todas las ciudades esconden alguno. Cuando llegas por primera vez, logran mantenerlo oculto, pero si hacemos el esfuerzo de perdernos unas cuantas veces, si somos capaces de pasear embobados y sin ruta, como auténticos "frikis", y algo "p'allá"...descubrimos el tesoro. Hoy ha sido una placita, la de San Felipe Neri.

Tiene la piel horadada, como esos rostros trágicos, interesantes, de hombres que han vivido pasiones y aventuras. Dicen que son restos de metralla, señales de fusilamientos. Está bien así, sin cosmética reparadora, enseñando la gangrena de lo que somos capaces.

Suele haber gritos de niños jugando, aunque el fondo musical es el silencio. Niños coloreados con muchos matices de humanidad, el nuevo pueblo internacional que vive en el centro.

Huele a antiguo, con el aire húmedo que llena de historia los pulmones y hace estornudar a los aprensivos.

La sombra de la fuente descansa, sonríe cómplice como diciendo"quédate un poquito más..." Antes de que "guirilandia" la devaste, un día de estos, me dejaré convencer,  leeré poesía acurrucada en el banco, y entonces podréis decir con la boca bien grande que "se me va la olla".