La entrada de
Ana ha sido un espejo, uno de esos cristales en los que nos vemos distorsionados, cómicos.
Existe una constante atracción fatal que me obliga a enredarme en aventuras de agujas, justo en los momentos punta. Esas temporadas en las que los plazos terminan el mismo día y está todo por hacer, acumulo cientos de exámenes por corregir, los niños tienen varicela, vomitonas y se estropea la lavadora...justo entonces, me lanzo con una labor imposible. Puede ser tricotar, hacer punto de cruz, coser "pañitos", tapizar o hacer muñecos. Lo único imprescindible es que ésa tarea sea manual y absolutamente innecesaria, con un matiz absurdo...
Y mira que con la cabeza lo veo claro... pero fuerzas misteriosas, que Ana sitúa en nuestra ascendencia, el
Homo Aragonensicus, me llevan una y otra vez hacia las agujas y similares.
Algunos momentos "aguja" aún los recuerdo. Por ejemplo, cuando el ginecólogo me dijo que ya estaba de parto, creí totalmente urgente, mientras se aceleraban las contracciones, tapizar una galería para las ventanas...y terminé...grapándole las orejas a la comadrona.
Y en pleno puerperio del quinto, a diez días de Navidad, me entraron tales ardores por el punto de cruz, que me zampé 20 servilleteros con angelitos bordados para Nocehebuena...
Mientras maduraba, luchaba por evitar esa fuerza centrífuga hacia lo absurdo...ahora comprendo que es una huida inteligente, con ritmo de tocata y fuga, para descansar y airear los ánimos.
Nada mejor que las agujas con creatividad para reposar, poner en orden la cabeza, sosegar el corazón, y encontrar nuevas ideas.
P.D. Mensaje para los liantes: El asunto " jersey con renos", es otro cantar...