o la eternidad de lo efímero.
Gracias R.
Por la incondicionalidad y los ánimos para continuar escribiendo.
Hay que abrir las ventanas en cuanto empiezan a piar sin control esos pajarillos desconocidos que convierten el jardín en una jauría de picos.
La luz todavía está desperezándose, y hay que actuar rápido. Después le entran al sol unos genios ardorosos que nos derriten.
Mirando al magnolio que aún florece lentamente, enchufo la plancha y comienza el ritual.
Casi siempre son camisas.
Primero el cuello, el canesú, los puños.
Humedeciendo y tensando las entretelas.
Tal como me enseñó mi madre, y a ella la suya, y a mi abuela, su tía abuela, que a su vez lo aprendió de una sirvienta mora que acabó escapándose con el hijo del "mediero"…
Esa tradición histórica da un aire de misterio a cualquier ritual, lo envuelve con la solemnidad de lo recibido, y hace posible que lo nimio transmute en importante.
Preparo las mangas alisando con una caricia,
sello con el hierro los pliegues y estiro las costuras.
Es una tarea pequeña.
El esplendor durará muy poco. Como el amanecer.
Volverán las arrugas casi tan solo con el contacto del cuerpo, como se oscurecen los pétalos de esas flores grandotas y blancas del magnolio, que se tiñen y marchitan con el mínimo roce de una mano
Pero así es es el amor. Hace eterno lo efímero. Se alimenta de gestos mínimos, disfrazados de inutilidad, y no puede vivir sin ellos.
13 comentarios:
Pocas cosas son tan gustosas como envolverse en una camisa recién planchada, o en unas sábanas. Y planchar con este calor es síntoma inequívoco de amor. Besos
Maravilloso.
¡Cuanto echaba de menos leerte!
Enhorabuena
Asun
Es cierto que es un ritual.
Gracias a Dios se lo cambié a mi marido por mantener la caldera de gas.
Saludos
Me gusta tanto leerte! y tan poco planchar... ahora paseo mi última quemadura con más amor, gracias a ti.
Ayer fue un día horrible y lo único que me apetecía era hablar con mi hombrecito, un skype, para hacer la distancia mas llevadera.
Nos gusta leerte juntos.
Ay Mariapi, ¡que ilusión!, me dejaste sin palabras y no mira que no callo ni debajo del agua...
Gracias a ti, por poner la piel de gallina, por conseguir que los ojos se encharquen, hasta desbordarse.
Mucho más a menudo de lo que suelo reconocer: Emocionas.
LLegas a lo más profundo del alma,con los detalles más insignificantes y eso, es algo que muy pocos conseguís.
Mi madre diría que tienes ángel.
Es un regalo de Dios.
Nunca,nunca,nunca dejes de escribir.
Un beso muy,muy fuerte.
Y un gracias muy,muy grande!
Un relato encantador. Cada párrafo tiene el encanto de las cosas pequeñas.
Me da mucha pereza la plancha, después de leerte creo que la veré de otra manera.
Saludos.
Sí, Ana, es la sensación de "estrenar". Muy parecida a la emoción de una libreta en blanco¿verdad? Planchar era una de las tareas que menos me gustaba, y mira, con el tiempo, se ha convertido en un rato de libertad de pensamiento jeje.
Besos a la plancha.
Asun, mil gracias, siempre tan generosa. Yo sí que te echo de menos, y agradezco tus escritos... Un besote.
Ay, no, Dolores, que cuando vengas a mi casa, te trataré como a una reina mora...nada de planchas, no...besos.
Mmmm, dolega, pillina...creo que has salido ganando con el cambio¿o no? Gracias mil.
Marta, ¿tu también te quemas? Bueno, siempre nos queda el consuelo de que "más quemás da el horno".
Un besote, y ¿para cuando nuestro encuentroooo?
R., pero qué exageración.
No querida, escribir es un desahogo, un descanso, un reto...nada más ni nada menos. Sin pretensión alguna, porque no hay para tanto, lo sé.
Y para los días "horribilis", siempre hay que recordar que pasan, siempre pasan, y de ellos surgen otros días maravillosos.Ya lo verás.
Un beso enorme, y graciasmil.
Mar, al final lo pequeño es lo importante, lo que deja huella, roce a roce, o al menos a mi eso me parece.
Gracias por venir. Y muy interesantetu blog, precioso.
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