jueves, 2 de octubre de 2014

Carcas sin fronteras


"Kate" de Oleg Ravdan




Me miro en el espejo y no puedo fantasear: Soy una señora mayor. Abuela, por más señas.


Me sorprende esa desconocida mismidad que me observa al otro lado del cristal, tan folmalita ella, la clásica señora "estilo madre", con el típico redondeamiento burgués de la clase media.
Me desconcierta porque no me reconozco en ella. 

No tiene mucha importancia, y acabaré acostumbrándome a la compañía íntima de esa señora en la que me he convertido, seremos buenas amigas en cuanto le coja el tranquillo.

Lo único que resulta complicado en esto del envejecimiento, es lo insoportables que se han vuelto mis coetáneos, transformados de repente en viejos cascarrabias o en mansos durmientes por derribo o por aburrimiento.
Eso lo llevo mal.

Para compensar, ayer reencontré el libro de Alejandro LLano y la cita de Magris:


"El diablo es conservador porque no cree en el futuro ni en la esperanza, porque no consigue siquiera imaginar que el viejo Adán pueda transformarse, que la humanidad pueda regenerarse. Este obtuso y cínico conservadurismo es la causa de tantos males, porque induce a aceptarlos como si fueran inevitables y, en consecuencia, a permitirlos." 



Era de esperar, algo diabólico se olía en eso del conservadurismo...la desesperanza y la derrota huelen a azufre.

El fondo de mi alma sigue siendo antisitema. Y en gente tan sesuda como Llano o Magris, encuentro la excusa para seguir explotando esa venada revolucionaria.

No se trata de sumarse al "optimismo de almanaque", que espera que el cambio de año, o de temporada, o de milenio van a poner las cosas mejos, por arte de birlibirloque...

A mi edad la "normalidad" implica un cierto desencanto. Pero eso no lleva consigo el fatalismo del "nada se puede cambiar", sino que, precisamente porque los talludicos ya conocemos la realidad, no nos acobardamos ante lo que son las cosas, y sabemos luchar por lo que deberían ser.

También a estas alturas, la vida sigue valiendo la pena, tal vez ahora más que nunca. Ahora que hemos aprendido a reirnos de nosotros mismos y a no tomarnos demasiado en serio.

Ése es el mejor antídoto, la pócima que libera del peso de la carcundia.






4 comentarios:

Ana, princesa del guisante dijo...

Sé que soy más joven que tú pero me pasará lo mismito, porque yo no estoy de acuerdo con los cambios que ya he sufrido y pienso plantar cara a los que me esperan, faltaría más! Un beso radical

sunsi dijo...

Esto vendría a ser un mixto. No sé si sabré explicarme, Mariapi. Está claro y meridiano que a estas alturas, sorpresas las justas. Uno se conoce al dedillo. Pero si le damos la vuelta no deja de ser una ventaja. Sabes lo que hay, tu campo de acción, la diferencia entre lo imposible y lo improbable. Y en ese ámbito se puede ser muy creativo, se puede seguir teniendo ilusiones, iniciativas... Fíjate que yo no he abandonado el proyecto de escribir novelas cortas... jajaja ¿a mi edad? ¡a mi edad, oye!

Gracias por este post tan esperanzador, Mater. Un beso.

Pablo dijo...

"el típico redondeamiento burgués de la clase media": no pactes nunca con él.
¡Antisistema! De vez en cuando te puede ayudar vestirte de revolución del 68 (sin grises) en uno de esos festejos familiares, aunque sólo sea por unas horas, por fuera y por dentro (eso siempre)

Mariapi dijo...

Ana, Sunsi, Pablo:

En la guerra de lo cotidiano, me han encarcelado entre las rejas del corre-corre.
Y llego tarde para contestar vuestros comenatarios.
Mil gracias por la compañía y cariño que me llega en cada uno de ellos.

ya veis, ser antisistema no es tan fácil como lo pintan, el sistema atrapa que no veas...