El
soul pone ése efecto de intimidad que es tan difícil de conseguir con el mobiliario de diseño. Todo es pretendidamente minimalismo caro, lujo sereno.
Ella podría vivir allí, parece una prolongación de su perfume, el de siempre, un toque de muguet que se mezcla con el olor a fumadora de toda la vida.
El camarero, en previsible negro como es preceptivo por estos barrios, saca su perfil de gallito al tomarnos nota, y la mira tonteando.
Con cincuenta años sigue siendo guapa de verdad, y lleva la elegancia en cada centímetro. No le ha caído encima la capa de invisibilidad que persigue a las mujeres en ésa franja de tiempo, cuando dejan de ser jóvenes y todavía no gozan de las simpatías y la ternura que provocan las ancianitas.
Ella es la mujer triunfadora, completa. "De mayor quiero ser como ella", decimos todas
Después del abrazo sincero vienen las introducciones prácticas: Cuándo os vais de vacaciones, qué tal tus padres, qué hace el peque... Y las derivadas protocolarias: la crisis, el marido, los hijos.
Observo sus manos mientras hace tintinear el hielo en el café, al ritmo de
Back to Black. Una manicura tan perfecta que parece inexistente. Los kilates del anillo parecen consustanciales a cada uno de sus gestos.
- Y tú, ¿cómo estás?
Deja el vaso, se apoya descansando en el cuero blanco, y me canta su blues, lento.
Palabras que no esperaba, que casi no entiendo.
No se han cumplido sus expectativas. No ha llegado a los sueños que planeó a los 17, y se siente fracasada, porque ahora sabe que ya no llegarán. Y no es feliz.
-Pero ¿qué dices...? Has triunfado en lo profesional, tienes un marido y unos hijos que te quieren, una familia, amigos a montones...
Pero tenía otros sueños, dice, otro final para su cuento, lo que tiene ahora no es suficiente, lo soñado nunca será. Quería el aplauso, que su nombre lo recordara la Historia...ser "alguien" .
Me deja triste, porque no la entiendo.
¿Son los sueños que se cumplen lo que da la felicidad? ¿Los objetivos logrados, las metas conseguidas?
Antes de llegar a casa entro en el súper, y al devolver el carrito a su hilera, un hombre me sonríe.
- Traiga, señora yo se lo llevo.
Debe tener la misma edad que mi amiga. Enjuto, desdentado, le cuelga el uniforme por todas partes. Lleva unas gafas para miopes que convierten sus ojos en unas ranuritas mínimas por donde parece que nunca llegará la luz al interior.
Su trabajo es recolectar los carritos que los clientes dejamos esparcidos por el parking y llevarlos alineados a su sitio.
¿Cuáles fueron sus sueños? ¿Qué expectativas tenía a los 18 años? ¿Su meta era ser "ordenador" de carritos en un sótano?¿Cuánto triunfo es necesario para ser feliz?¿Su vida aparentemente de fracaso es una condena a la infelicidad?
Recuerdo las palabras que he leí en casa de
Ana:
"La felicidad no es un fruto que se recoja por sí mismo,
hay que hacerla, sostenerla, crearla, y aún más difícilmente,
saberla recibir y recoger cuando llega".
María Zambrano.
Sí, es todo eso.
Y en cuestión de expectativas, la felicidad ...¿no será percibir y amar las expectativas de Otro, que suelen ser siempre de mi hacia los otros...?