A mediados de agosto siempre llueve, y vuelve a quedarse el pueblo en esqueleto.
Es el mejor momento para retomar los caminos que he olvidando mientras buceaba en los torbellinos de comidas, celebraciones, lavadoras y horas sin sueño.
Siempre hay un día en el que vuelvo a oír su voz, y entonces nada me impide salir a abrazarlos.
Ese día, sé que ya estoy curada del cansancio del invierno, y que a partir de ése momento, disfrutaré de la salud y fuerza de otros veranos... cuando los veranos aún tenían meses y no días sueltos.
No importa que cada año tarde mas en aparecer la señal, ni que después el plazo de descanso disfrutón sea cada vez más corto. Porque también es mas intenso el agradecimiento por tenerlos, y eso convierte cada minuto en un tesoro, en medicina para cuando vuelva ( que vuelve pronto) el cansancio.
La voz de los caminos está teñida de piedras granas, y cuando el sol los cruza entre las ramas, les deja brillos anaranjados, ésa luz cálida que tanto me emociona.
Siempre que puedo me gusta recorrerlos a primera hora, cuando aún puedo sentir sus dedos fríos por el cuello, y no tengo que jugar al escondite agazapándome en las sombras.
Todo el llano esta dibujado con senderos.
Hay caminos de tarde, populosos, llenos de niños con sus bicicletas recién estrenadas, que van arrollando a los tríos de abuelas que pasean del brazo, como una barrera humana en movimiento bamboleante y lento. En esos caminos solo saludan los del pueblo. Los veraneantes tienen una ceguera urbanita, que impide reconocer otro ser humano en los rostros de desconocidos.
Hay caminos para deportistas, entrenando mañana y tarde, con ropas en ácidos fluorescentes, adornados con todo tipo de aparatos medidores, pateando rítmicamente, con la respiración que tanto les envidio,serena aunque corran veloces.
Los caminos que me aman son los solitarios, los olvidados.
Los roturaron pies calzados con alpargatas, o rebaños de cabras buscando hierbajos.
Ahora sólo los cruzamos quienes no queremos llegar a una meta concreta, los que nos regodeamos en su simple recorrido, quienes disfrutamos simplemente acariciándolos.
Sus cuestas son ligeras, y en los recodos siempre hay piedras, muros caídos. Al respirarlos, se nota que están sembrados de citas de amores y desencuentros de enamorados.
Caminos, apenas está llegando el otoño, y ya os echo de menos.