sábado, 3 de diciembre de 2011
¡Vaya piernas!
La señora Manuela limpiaba escaleras.
Se levantaba a las cuatro y a las seis y media empezaba a darle a la fregona. La señora Manuela era de Murcia y me llamaba "Pilal".
Justo a las ocho, ella recogía sus trastos para empezar a barrer otro portal, y nosotros salíamos en tropel del ascensor.
- Ay, lo siento, le vamos a pisar...
- ¡Da igual, Pilal! ...si vuelvo a pasar el mocho en un momento...¡Pero qué bonicos están estos crios...! y el Pablo, ¡pero que cara de mala pieza, madreeee...!
A la señora Manuela le quedaba aún mucho quehacer: Más escaleras, dos horas de autobuses y metro para la vuelta, y el tiempo justo para levantar de la cama a la suegra y dejar lista la comida, para los nietos y los hijos, que todos los días seguían comiendo en su casa.
- Hay que echarles una mano, Pilal...
La señora Manuela era bajita y regordeta. Al hablar braceaba, y se ponía siempre en jarras. Cada día nos regalaba unos minutos de ése tiempo suyo tan apretado, carantoñas y alharacas.
La señora Manuela tenía muy poquito pelo negro, los ojos dorados y las piernas moradas, sembradas de varices hinchadas.
Nunca imaginó que sus piernas doloridas eran tan buen analgésico, terapia antiinflamatoria y anticoagulante para corazones jóvenes con tendencia a la autocompasión.
Porque en las tardes de cansancio y de "solidaridad egocéntrica", me bastaba imaginarla, día tras otro, a las cuatro de la mañana... y eso que seguramente ése sería el único momento en el que sus piernas estuvieran descansadas.
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12 comentarios:
Ojalá Manuela pueda reposar tranquila sus moradas piernas. Al menos ahora con la nueva ley, podrá tener baja cuando más doloridas las tenga...
Bueno, la señora Manuela, tenía un contrato laboral en toda regla, y se jubiló hace muchos años. Pero no creo que anduviese quieta, tenía un corazón con una capacidad de querer, que no había piernas moradas que la pararan.
Mil gracias, Tita.
Hay muchas señoras Manuelas por ahí, heroínas anónimas sin glamour ni maquillajes pero con un corazón y una capacidad de entrega que debríamos tener como meta.
Como dice Modestino, hay muchas señoras Manuela por ahí. A mí me ha tocado conocer más de una en la vida que me han dado el mismo gran ejemplo que la señora Manuela que relatas. Grandes luchadoras...
Besos.
Mi Manuela se llamaba Rosario. Se levantaba a las 4 para ir al bar del matadero a preparar tres tortillas de patatas para la primera jornada. La segunda, era ne mi casa. Tenía los pies negros como el carbón por las varices necrosadas... la pobre un día sufría tanto que se los puso con agua caliente y lejía para ponerlos más blancos. Gracias, como siempre, has hecho que la recordara. Besos.
Es verdad, Modestino, y ni son conscientes del inmenso valor de su heroismo, lo viven con sencillez y naturalidad.
Gracias.
¡Opinador, qué alegría!
les debemos mucho a estas mujeres. Sin necesidades, sin darse importancia, son auténticas heroínas. Mil gracias, un abrazo.
Un cariñoco para tu Rosario, y tantas y tantas.
A mi la señora Manuela me quitaba muchas tontadas...Un besico.
Ay Mariapi, si vieras que parejina, qué matrimonio, de 96 años cada uno, acabo de conocerrrr... qué maravilla!!!! Qué privilegio!!!
A lo mejor me sale un post y todo. Porque qué sentido del humor, qué finura en el cariño... estupefactas estamos todas las compañeras, de lo maravillosa que es, especialmente ella.
Besos!!!
Me ha encantado esta entrada. Y luego habrá gente que sólo se fijará en lo de fuera... menos mal que afortunadamente son más las Manuelas.
;)
Pues Ana, tira del hilo, y cuéntanos, por favor, que estamos muy necesitados de estos héroes.
Mil gracias, Ana, un besote gordo, a las dos.
El mundo está lleno de piernas así... no solemos verlas. O no queremos.
Gracias por contarlo, Mariapi.
Ayudan tanto...Igual es una terapia alternativa, pero de eficacia probada.
Gracias, Lolo.
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