viernes, 26 de octubre de 2012

No ficción






Lluvia y calor. 
El vagón respira humedad. Cerrados, los paraguas descargan su aguacero en charcos sucios. 
En el metro nuestra humanidad huele a todo menos a ozono, el perfume preferido de las tormentas.

Dando tumbos se acerca a la plataforma un hombre enorme, joven pero con todas las arrugas de la miseria en su cara. Suelta sus bártulos, una mochila y dos bolsas de plástico. Su patrimonio. 
Grita un discurso desesperado. El de siempre, uno de tantos. Ya nos hemos acostumbrado.

           - Acabo de salir de la cárcel, hace cuatro días que no he comido…si llevan algo para     comer, por favor se lo pido, denme algo… 

Enfurecido. Llora.

          - Estoy sucio, no tengo a nadie, unas monedas, ¡POR FAVOR!

Los alaridos han hecho silencio en los rostros. 
No queremos mirar, ni oír. 

Su drama, lo gigantesco de su cuerpo enrojecido o las greñas grasientas y mojadas, quién sabe cual ha sido el argumento, hacen que recoja más monedas de las que suele ser habitual en estas situaciones.

Bajamos en la misma estación. 
Lo siento a mi espalda en las escalera mecánicas.
Grita. Grita. Grita.

           -¡Para esta mierda, para esta miseria…hay que robar, yo vuelvo a  robar!

Y tengo miedo.
En dos segundos leo los titulares  en periódicos imaginarios:"Apuñalada en el metro","Indigente huye tras agredir a una mujer", "Horrendo crimen en las escaleras mecánicas", "Atacada por un expresidiario en libertad provisional, se desangra una mujer que estaba de paso por Madrid"...
Ya se sabe, la imaginación, ésa loca.

Se me hacen interminables las escaleras mecánicas de La Latina. Huir corriendo me parece una bofetada a la dignidad de ése hombre, pero su calor corporal tan cerca, vociferante, me impide girar la cabeza y mirarlo con la compasión que siento.
Miedo de verdad, lo confieso.

Cuando salgo al aire, acelero, sin pararme para  abrir el paraguas, dando trompicones con unas bolsas, que ya ni me pesan.
Lo que se dice una huída cobarde en toda regla.

Y me acuerdo de mis héroes literarios, de Jean Valjean, el protagonista de Los Miserables de Victor Hugo, y de la misericordia del Obispo Myriel frente a la rigidez de la justicia en Javert, el comisario.

En la no ficción, la compasión es más compleja que sobre el papel.
Al menos para los antihéroes como yo.





12 comentarios:

MadreYMas dijo...

Cuántas veces me he sentido como tú.... el miedo... el miedo horrible que paraliza y nos vuelve insensibles...

Hacemos lo que podemos, Mariapi, lo que podemos.

Hay tantas historias truculentas en el día a día de nuestro mundo... que el miedo es comprensible y hasta normal.

No somos héroes. Qué le vamos a hacer...

Ana, princesa del guisante dijo...

La caridad no puede llegar a llenar todos los agujeros que está causando la situación económica actual. Lo que da más miedo es que la desesperación de la gente le puede llevar a hacer cosas desesperadas.

Pablo dijo...

Esa imaginación y esos titulares... Ahora más descansada, puedes preparar un relato corto sobre las últimas horas del pobre recluso antes de entrar en la cárcel. estoy seguro de que ya has barajado dos o tes historias.

Marta piesdescalzos dijo...

Últimamente miro demasiadas veces al suelo, más de las que quisiera...sus ojos cuentan historias que duelen, nace la impotencia y también el miedo lógico que sentiste ayer. No queda otra que racionalizar y elegir ayudar a unos cuantos o a unos muchos pero a todos no se llega.
Besos

Mariapi dijo...

MadreYMas, es cierto, pero quisiera que el miedo no fuese paralizante, me gustaría ser capaz de vencerlo, tanto el que nace de la realidad como el que se desata con lo imaginado.
Gracias por la compañía, es el mejor quitamiedos.

Mariapi dijo...

La caridad entendida como "recursos materiales" no puede llegar, efectivamente. Pero como actitud, como capacidad de acoger, entregar, aceptar, ayudar... ése es el factor capaz de multiplicar hasta el infinito recursos y capacidades para poder llegar, creo.

Esa es la palabra, este hombre estaba desesperado. Eso disparó el miedo.
Besicos, y miles de gracias.

Mariapi dijo...

Ay, la imaginación...la muy...siempre corre más que yo.

jeje, no te burles, pequeñajo, que algo bueno tiene que tener esto de la imaginación, para algo grande nos la habrá puesto Dios...le daré vueltas.
Un besote, y gracias.

Mariapi dijo...

Tienes razón, Marta. Racionalizar y además aprender a mirar. Lo intentaré.

Besonciosss.

que dificil la vida sin ti dijo...

¡Hola Mariapi, querida! No he podido venir antes pero ¡ya estoy aquí! ¡no me extraña que pasaras miedo! a mi me parece que el pobre hombre no estaba bien de la cabeza, pero claro no deja de ser un psicópata...
También me inspira compasión ¡seré tonta!...no he podido evitar dos cosas: reirme con "los titulares" y envidiarte porque estás en Madrid ¡no vayas a tomar el Congreso ¿eh?
¡Ay mi Mariapi!
Un besoncio como tú dices que me encanta
Asun

Kiki dijo...

Es tan difícil en situaciones de tensión tener la frialdad para oir lo que el corazón te dicta. A no ser que tu imaginación te haga creer que eres "una Chuck Norris"... pero, mejor que no

Mariapi dijo...

Asun, es que tengo una imaginación muy truculenta...puedes reírte todo lo que quieras, yo también me río de mi misma en cuanto pasa el subidón, y me doy cuenta de la desproporción.

Un besote, y me alegro que estés de vuelta, cuidate mucho.

Mariapi dijo...

Oírlo lo oía...pero es que se me desató el miedo.
Ahhh, qué recuerdos, Chuck Norris...eso si que son heroes del pim-pam-pum...
Bss, y gracias.