Mariángeles, la del forestal.
Siempre aparentó los mismos años, por eso es muy socorrido situarla en esa etapa en la que empieza el primer tinte y la hidratante todavía dura algo en la frente.
Vivía encerrada en un pisito oscuro, sólo la ventana de su habitación daba a la carretera. El resto miraba al Ésera, que extendía humedad y frío hasta las escaleras de la entrada, con balaustrada de cemento alisado por las manos, que se agarraban mil veces para apoyarse. Son incómodamente altas.
Su padre es el forestal, Manolo. Cachazudo, mira con ojos abultados y medio cerrados, habla con sílabas lentas. No recuerdo a su madre. Mariángeles era una princesa solitaria encerrada en la torre.
Borda ajuares para desconocidas. Con una Singer de pedal y tres bastidores de madera para estirar bien las piezas de “la Viuda de Tolrá”. Acertar en el ajuste de los aros es crucial, evita que las letras queden como gurruños encogidos, ilegibles monogramas.
Debió conocerlo mirando por esa única ventana que da a la N-260. Seguramente en noviembre, cuando los plataneros estaban deshojados, y pudo desenmascararlo en la cabina del Pegaso.
Por esas misteriosas casualidades, a través de las ramas él descubrió sus ojos en el espejo retrovisor, cuando iniciaba la maniobra para aparcar el camión. Girando el descomunal volante, timón horizontal al que obedecen 18 ruedas, con los brazos extendidos, como queriendo acaparar a una moza recia. Fue en ese preciso instante.
En alguna versión juvenil de esta historia el flechazo fue inmediato, pero en sucesivas ediciones se ha ido perfilando el momento, dotándolo de un mayor realismo.
-¿Quién coño será? - gritó con el puro entre los dientes- ¡Mecagüenlá… el susto que ma dao! Paice un fantasma.
Toño es de natural impulsivo. Panza cervecera, la gorra de cuadros tapa una calva brillante, morena de aire oxigenado. Una vez apaciguado el camión, con todas las ruedas alineadas siguiendo el arcén, salta de la garita, y sin tapujos, como se suelen hacer las cosas por sus tierras, exclama:
-¡Asomatéee, mañaaa!
Toño es de Ainzón, y no sabe que en la Montaña las expansiones no son tan reveladoras.
Mariángeles se esconde detrás del visillo, como mandan los cánones de cualquier novela que se precie, pero en un arrebato, por un no-sé-qué, un qué-sé-yo, se desplaza veinte centímetros hacia el centro de la ventana, y saluda con la mano.
Ese fue el punto. El momento mágico en que empieza una historia de amor.
Festejaban cada dos semanas. Los domingos, a las 3:30 y hasta las cinco. Mariángeles saltaba del Pegaso, y al instante roncaba el motor al arrancar.
Toño volvería en quince días a buscar más madera para las tierras bajas, y más calor para su corazón.
Cuatro años cada quince días. Siempre en la cabina del camión aparcado bajo su casa.
Un domingo no volvió, y ya sólo vi a Mariángeles pasear del bracete de su amiga Tere, al sol del domingo. Los morritos pintados siempre de rojo, marcando el pico del labio, el pelo con el tinte más evidente. Mantuvo siempre un rostro crionizado, por el que no pasaba el tiempo, quizá gracias al microclima que creaba la humedad del río.
No recuerdo su voz, pero sí que era amable.
Cuidó de sus padres. Cariñosa, heroína tierna de amor filial.
Tal vez no tuvo fuerzas para elegir entre Toño y esos ancianos que quedarían tan solos mirando todas las tardes la N-260.
Tal vez tenía taquicardias cuando sentada frente a la Singer oía el motor inconfundible de un Pegaso, frenando al tomar la curva. Porque tal vez siempre esperó que volviera a aparcar bajo su casa.
Siguió bordando sábanas de algodón. La desahuciaron del minúsculo piso que era su mundo, para construir apartamentos que están aún por estrenar.
Murió. Mil veces he imaginado distintas versiones para esta protagonista anónima de novelas inexistentes. Toda una estrella de lo cotidiano y aparentemente anodino.
4 comentarios:
Toño!! puto amo! así se conquista una estrella!!! me voy al valle donde los pegasos rozan los quitamiedos del ventamillo. Cada día me gusta más este blog. ?¿?¿¿?¿?Alguien más?¿¿?¿?
No he leído ninguna de las últimas entradas. He vuelto pero todavía no me he podido poner. Que sepáis que estoy, pero paciencia. Y después del "susto" de Poto
A mi me encanta!!!!
Por favor, ¿¿qué pasó ??? ¿¿por qué no volvió ese domingo??
Lo que más me gusta es imaginarme su mirada a través de los visillos y a Toño y su peculiar y ruda belleza...
Para vuestra información: Después de leer el post Mr. Chafón, Don Realismo Sin Fronteras, me dijo moviendo la cabeza: ¡Mira que le echas imaginación! Pobre moza...(Abuelito dixit)
Eso, de un padre, duele. Ni me encuentro la autoimagen, vamos...
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