martes, 17 de agosto de 2010

Postales(II) Corazonadas con sombrilla


Habitualmente relacionamos la belleza de las playas con los conceptos de vigor, belleza y fuerza de los cuerpos jóvenes, bronceados y atléticos.

Pero este verano he descubierto Bellezas más duraderas entre las olas atlánticas.



Podemos hacer literatura, encontrar poesía enredada en la espuma del mar... los tesoros se encuentran mucho más cerca, en la sombrilla vecina.Tienen mala prensa, suenan a cutre, y sin embargo he aprendido mucho de ellos.
Domingueros de playa.
Con su neverita, las sombrillas , sillas de naylon ralladas...


Llegaron arrastrando un “troller” pefectamente adaptado para transportar todos los elementos del hábitat domingueril. En tropel, los niños, balanceando los cubos y palas, los adolescentes con su languidez a cuestas, el padre, con su carromato de víveres.


La sabiduría de tantos veranos se nota al situar las sombrillas, una técnica depurada, abren las sillas estratégicamente, cerca de la mesita plegable. Ni el mismísimo Ikea puede imaginar un look tan auténticamente familiar sobre la arena.


Mientras la generación joven se embadurna con protección solar, desaparece el padre, y en unos minutos, descubro el tesoro.
En volandas, sin apenas rozar la arena, llevan a la abuela hasta la orilla, para que pueda disfrutar de las olas. La descalzan con cuidado, arrodillados.Ríen y bromean los tres, se acercan los pequeños, chapotean para que la anciana disfrute con sus gracias, y finalmente sientan a la abuela como una reina en su trono rayado, con su batita de flores, de semiluto, negros grises y morados.


Y tres sombrillas más allá descubro-imagino, otro regalo costero.
Una niña cincuentona, con cuerpo que empieza a envejecer y una cabecita de tres años, grita, aúlla, pidiendo su flotador, mientras las que imagino sus hermanas, la limpian de arena para calzarla. Peinan el pelo canoso y mojado, y le estampan un beso ruidoso, que ni las olas disimulan. Al final, calla, abrazada a un flotador grotescamente gigante.




Tesoros del mar salado, corazones de playa.

4 comentarios:

Ana, princesa del guisante dijo...

Te voy a describir a la que falta, la vi yo el otro día.

Una mujer con gafas de cerca,que finge leer la pesada novela que evita llevarse al metro por su grosor, pero que se ha prometido acabar estas vacaciones. Por encima de sus lentes, observa a esa niña de edad avanzada, y a esos jovenes de bondad arrolladora. Disimulará la lágrima que le ha manado al presenciar estas escenas de humanidad. Y mentalmente redactará su postal, para no faltar al propósito que se hizo este verano de no cerrar su blog.

Vi en esa playa tres corazones, bajo tres sombrillas. Dos de ellos, a través de tus ojos. Gracias...


(Estoy cosiendo dos Tildas bañistas que te vas a morir de la envidia) (Guapa) (a ver si pasa el verano y todavía no te conozco)

lolo dijo...

Mater: ole tu mirada.

Pablo dijo...

Olé y olé y olé y así sucesivamente. Estos tesoros hay que saber verlos, y describirlos. Gracias. De acuerdo que hay un tercer tesoro ese que "disimulará la lágrima" o no la disimulará.

sunsi dijo...

Sin palabras, Mater. Muchas gracias. Un beso