jueves, 6 de septiembre de 2012

Guiri por un día *






Desde hace décadas "los deberes" son parte de mi maternidad,a base de  cuadernos de caligrafía, mapas de Europa y  maquetas del sistema solar. 
Nos hemos aburrido con las tablas de multiplicar y entusiasmado con ripios poéticos.

Ayer empezamos el que tal vez sea el último trabajo escolar de la etapa maternal. Aún no sé qué puede deparar la abuelidad.

Con una guía turística y la cámara fotográfica nos lanzamos por nuestra ciudad. 
Vamos tras las huellas que el Modernismo ha dejado en su vida cotidiana.
Y las acera y esquinas que cada día rozamos con indiferencia, se revisten de novedad, incluso de sorpresa. 
¿Cómo he podido pasar por alto esa puerta, las flores de aquella vidriera, la elegancia en decadencia de ése ascensor?

El día se ha quedado encogido. 
Sólo podemos llegar hasta el Palau Güell. 
Nos mezclamos con la marabunta de turistas absortos en las explicaciones de la audioguía. Con el telefonillo pegado a la oreja recibimos  la ración de cultura enlatada. Cada uno en nuestra lengua, parece la solución a la babel eterna.

Desde la terraza gaudiniana,  acariciamos el rostro de esa vieja ciudad, tendida al sol sin posar, desprevenida, durmiendo la siesta tan cerca del mar.
En esa quietud reconozco sus cicatrices de miseria y suciedad. 
Nos conocemos tan bien… pero vuelvo a enamorarme de ella al mirarla desde otro prisma, con los ojos de la primera vez.

Al llegar a casa recojo las toallas y las sábanas resecas de tanto sol. 
Doblándolas también descubro sus rozaduras, los pliegues descoloridos que ya no mejorará la plancha. 
Son viejas. También. Siempre las mismas con los defectos de siempre. 
Como las calles de la ciudad que me atrapa en su vieja belleza novedosa.

Entro en casa. 
Con ojos nuevos. 
Con la mirada de guiri que quiere ser sorprendida por la belleza de la novedad. 
Con la voluntad de querer ver en los resabiados "siempre igual", el instante de los fuegos artificiales de la primera vez. Porque así es el amor, que nos deja ser guiris en nuestra incómoda, sucia y requetesabida ciudad.  Y ver la sonrisa del tiempo entre las monotonía, manías y repetitivos defectillos de los nuestros.
Tan solo hay que querer pararse en las esquinas adecuadas, las que dan el buen perfil de quienes amamos.



* Para los muy jóvenes: El título hace referencia a un programa de la TV prehistórica, "Reina por un día". 


8 comentarios:

Mar dijo...

La cotidianidad nos hace autómatas y no nos deja descubrir las maravillas que tenemos tan cercanas. Tengo todavía esa asignatura pendiente con mis hijos, visitar nuestra propia ciudad paso a paso, tengo que decidirme ya. Quizás tus palabras me hayan dado el empujón que me faltaba.

Besos agradecidos.

Ana, princesa del guisante dijo...

Bonitos tesoros descubres a tus hijos. Qué sabias son tus palabras. Gracias por ser tan buen ejemplo. Besos

Pablo dijo...

Echaba en falta esas concatenaciones neuronales de Gaudí a las sábanas y la mirada a los que quieres. Sólo ha faltado algún paquistaní. Pero, en serio, me ha gustado. Has recomenzado fuerte.

lolo dijo...

Uffff, ya vas por ahí, querida. Ser guiri implica mucho. Salir de uno mismo, de nuestros palacios egoistas y conocidos. Irse a dar una vuelta sin prejuicios. Con las sandalias y los calcetines del otro. Madre mía, creo que voy retrasadísima.

Mariapi dijo...

Mar, la monotonía es un virus que se ceba en todos los amores, dos que nos unen a las ciudades, a los compañeros de trabajo, a los amigos y a los amores familiares...pero para eso tenemos la libertad, para combatirla y encontrar el paracetamos adecuado. Visitar las calles de siempre con ojos de guiri es mano de santo, Mil gracias.

Mariapi dijo...

Gracias a ti, Ana, que lees con ojos nuevos. Un besote,

Mariapi dijo...

jaja,
Vale, Pablo, acepto que son concatenaciones neuronales en zigzag, pero lo del pakistaní...es un golpe bajo, jejeje.

Mariapi dijo...

Lo de vestirse de guiri no apetece mucho...con lo bien que se está en la tibieza de lo propio¿verdad? pero compensa, siempre compensa.
Mil gracias, Lolo.