lunes, 12 de abril de 2010

Carretera de les Aigües







Vamos entrando en las liturgias grupales de los maduritos. 
El viernes en el restaurant, compartimos entre cuatro unas gafitas de media luna, nos faltaban brazos para enfocar la cartulina del menú.
Una adquisición reciente en esta psicodélica etapa ha sido el "ejercicio por prescripción facultativa".

Con "elMister" nos lanzamos a la aventura por rincones desconocidos, en busca de la salud perdida. 
Alternamos paraísos según las preferencias de ambos: Urbe y agro.  
Marchas duras  sobre el asfalto, del Tibidabo hasta el Mar y  caminatas  polvorientas por los bosques de Can Borrell.

Hemos encontrado, en forma de camino, esa dualidad-unida que intentamos llegar a ser: La Carretera de les Aigües.
Es una ruta aérea, que los urbanitas barceloneses han recorrido durante siglos. 
Mientras caminamos entre encinas, alcornoques, madroños y pinos,  rendida a nuestros pies, la ciudad se acurruca entre Collserola y el Puerto, intentando encajar en su lecho.
La Carretera de les Aigües sujeta el crecimiento de una urbe que se ha comido sus respiraderos.

Allí nos cruzamos-adelantamos una  fauna muy variada.
Parejas de humanos en paseo suave, junto a corredores conectados al i-pod, con el rostro axfisiado, como teteras a punto de silbar.
Los domingos desfilan familias enteras bajando el postre, y aterrizan en el suelo los pequeños  aprendices de ciclista en su primera experiencia "sin rueditas".

Cuando el ritmo autoimpuesto lo permite, descubrimos retales de conversaciones, que siempre se pierden en lo más interesante. 

Vuelan hasta el Mirador  tañidos de campana que nunca hemos percibido entre el ruido de los coches.

Ayer dos desconocidos zigzagueaban intermitentemente nuestro paseo.

Con relucientes deportivas en blanco recién estrenado y chandal oscuro con bandas laterales, uno monta la bici, ridículamente pequeña, que  el mayor, canoso y enjuto,   empuja manteniéndola erguida, como se sostiene firme  el timón de un gran barco. 

El ciclista, corpulento, tiene cuerpo cuarentón con la mirada de un niño perdido.

Van parando, alternando las cunetas del camino. El padre se adentra unos metros entre los árboles , y el niño grande queda quieto, sin soltar sus ojos la sombra paterna . Al momento vuelven a estar juntos, sacando del bosque un espárrago verde, retama amarilla o  piedras extrañas, que acumula el hombre-niño dentro de una bolsa de plástico colgada en el manillar. 

Se alegran con esos tesoros, vuelven sobre ellos, planeando el revuelto para la cena o un ramo para la madre que, imagino, les espera en casa.

La Carretera de les Aigües tiene estos héroes de leyenda, como los caminos medievales.

13 comentarios:

sunsi dijo...

Mariapi...
A eso que describes lo llamaría co-ser "fent camí". Qué narración más bella... Esos huecos para co-ser deberían ser obligatorios, un pacto en el que no valieran las excusas de..."tengo trabajo", "he de terminar..."...
Para ser mater es vital pasear con el míster.

Un beso, MªPilar. Precioso post para sacar unas cuantas conclusiones.

Modestino dijo...

En alguna ocasión pasé por la carretera de les aiguas, aunque no consigo recordar la imagen ...

Es divertido todo ese ceremonial de los "maduritos": hay que saber llevarlo y reirse de uno mismo.

Feliz semana.

Marta piesdescalzos dijo...

hey!!! algún día puede ser que nos crucemos en esa variada "fauna", ejercitando la salud y la compañía!!!! ...con gafas, si no he perdido las gafas, morena y chándal negro!!! Me ha encantado leerte! besos

ana dijo...

Qué paz en esos paseos... qué minuciosa tu mirada en ese ir observandoen cómo se va gastando el día. Es todo un ritual que se ha perdido... pasear, ir pasando la tarde, y la mirada alrededor.

Saludos!

lolo dijo...

Lo que más me gusta es que hayáis encontrado en forma de camino... El caso es buscar, con gafitas o sin ellas, esos efectos psicodélicos que tiene la vida en cualquier etapa. Bueno, aunque no sean psicodélicos.

Ana del guisante dijo...

Bien por ti: ejercicio físico, aire libre y psicoanálisis en uno jajaja besos grandes

Mariapi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mariapi dijo...

Sunsi, la expresión"co-ser", puede resultar chocante, pero es realmente certera.
Me voy a grabar en seda y oro eso de que "para ser mater hay que pasear con el mister". En la próxima visita al médico, se la brindaré como otra argumentación a favor de la vida sana para maduritos.
Un beso, hoy se confirma nuestra benjamina...

Mariapi dijo...

Modestino, saber reirse de uno mismo, es sanísimo en cualquier momento, pero ahora, que vamos apreciando ciertos estragos, el sentido del hunor es el mejor antídoto.
¿Has paseado por les Aiguës? Es una de las mejores vistas de la ciudad, a sólo unos minutos, puedes disfrutar de una naturaleza apta para urbanitas, que viendo constantemente en el horizonte la polis, no tienen miedo a una sobredosis de oxígeno...no, en serio, es una ruta preciosa, para hacer en bici, andando o corriendo, según gustos. Gracias, un saludo.

Mariapi dijo...

Marta, me encantará saludarte en les Aigües. Si te cruzas con una morena gordita, axfisiada intentando correr junto a un señor igualico igualico a George Clooney...esa soy yo. Un beso, barcelonina.

Mariapi dijo...

Ana, lo de pasear...es a la vuelta. En "la ida" nos hemos propuesto un ritmo caribeño que me impide oir, ver y hablar...para tranquilidad del mister. Eso sí, en la vuelta me desquito.
Si vienes por Barcelona, te invito a contemplarla desde allí, sin paseo ni nada, sólo mirarla. Un besote.

Mariapi dijo...

Lolo, los epítetos de los efectos son lo de menos. Simplemente hay que mirarlos de frente, darles la vuelta, saltárselos o cargarlos a la espalda...vivir.
Un abrazo, mil gracias.

Mariapi dijo...

Princesa Ana, es que no sabes qué pasión puso el médico al explicarnos la necesidad de estos "paseos"...endorfinas, vasodilatación, arterias, huesos, musculos...no se, un batiburrillo de razones, que cualquiera se atreve a negarse. Un abrazo muy muy salutífero¡ay, estos sanitarios!