Viajar en metro tiene códigos secretos, invisibles pero eficaces.
Está rigurosamente prohibido establecer contacto visual con otro viajero.
Podemos estar más apretados que en un chotis, pero siempre sin rozarnos con los ojos, eso se mira muy mal.
Podemos reírnos a carcajadas con nuestra única sombra, gritar en soliloquio o hacernos el harakiri, pero nunca sonreír mirando a alguien a la cara, eso es imperdonable.
Quien incumple alguna de estas normas es castigado con más aislamiento del habitual.
16 comentarios:
Pues a mi me gusta mirar a los ojos. Cáchis!!! ya no podré volver a montar en metro!!!
¡Pues Mater me quedo sorprendida, yo he incumplido esas reglas varias veces...!
¡No sé si habre quedado en muy mal lugar, tomo nota para más adelante!
¡Felicidades porque eres única en estos posts breves que son poéticos de puro normales, eso tiene un mérito...!
Un fuerte abrazo
Asun
Es verdad, Mariapi. Lo cuentas y lo repienso. Igual que en un ascensor, que miras a todas partes excepto a la cara del que sube o baja contigo. En las distancias cortas parece que no se pueda romper el anonimato. Una sencilla mirada es como una radiografía. Qué incómodo. ¿Tú no te saltas el reglamento? jajajaja... Me apuesto algo a que sí, Mater antisistema.
Un beso...
Pido perdón a todos los usuarios del metro por haber imcumplido las normas; a partir de ahora subiré al vagón con gafas de sol y me comeré las sonrisas. Gracias Mater, acataré los reglamentos.
Chica, pues qué suerte de no tener metro. Besotes
Los que vivimos en "pueblos"... un problema menos. Como alguien ha dicho, no me creo que puedas cumplir esta regla siempre: cuántas veces quedarás maravillada contemplando la "unicidad, mismidad e irrepetibilidadd de cada una da las personas que van en el metro..." Besos
Pues yo, viajera habitual del metro parece que si que cumplo esos requisitos, al menos en la mayor parte del trayecto... pero por causa de fuerza mayor; es la única media hora de la que dispongo al día para sumergirme literalmente en un libro, así que no me entero de nada, a veces no despego la cabeza ni para andar. Ya lo sé, un poco rarita... pero me encanta ese momento.
Si es así no puede ser del todo paraíso.
Faltaría más Leles, tu no te preocupes, que para que el metro sea tuyo, cambiaremos esas normativas...tranquila.Un abrazo, gracias.
Asun, es que las leyes absurdas e injustas están para incumplirlas. Haces muy requetebien en prender la llama para esta revolución . Gracias, un besico.
Más que saltarmelo, Sunsi. Tengo un auténtico problema de orden público: no me doy cuenta y me embobo mirando...si voy acompañada me avisan y me dicen que me estoy pasando.
Si se observa desde fuera, éste encapsulamiento cuando estamos tan cerca es bastante absurdo ¿verdad?
Un besote, gracias.
Nada, nada, Marta,que somos tantos los que la incumplimos que vamos a hacer una acampada exigiendo cambio de normativa. Un abrazo, gracias.
Bueno, Ana, sí que es una suerte no necesitarlo, pero no me digas que con esta campaña que vamos a iniciar"Por un metro amable" no te dan ganas de recorrer todas las líneas y enlaces...Un besico, gracias.
Pablo, que leo a través de las ondas internetianas cierto cachondeo en los de "unicidad, mismidad e irrepetibilidad"...jeje...
Of course...estoy por el incumplimiento.
Un besote, gracias.
Hada, comprendo que defiendas ésa media hora, con uñas y dientes. Es una gozada, yo también espero con ansia esos raticos, y si el libro lo precisa la abstracción es total, pero bueno, de vez en cuando se agradece una sonrisa¿verdad? Un beso, disfruta del libro.
Vale, tienes razón Lolo.
Cambiaré la etiqueta. Pero sigue gustándome el metro, aunque tenga algún que otro defectillo. Es un escaparate comprimido de la ciudad.
Gracias, observadora.
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