O Rovellones.
Son tiernos botones de color salmón. Con el aroma de la tierra húmeda en sus pies, rociados de agua de lluvia, y adornados con coronas de pinaza puntiaguda.
El trofeo de excursiones de infancia, en fila india detrás de las chirucas de mi padre, un gigante vestido de pana.
Son sinónimo de buscar las cestas, patear la cuesta, cruzarse con el paisano que dice cómo sin decir dónde, sudar con el último sol de octubre para entrar en el bosque.
Ése era el momento mágico: El Bosque.
Sombras heladas por los siglos que acumulan los pinos, como piedras de una Catedral verde,
el sol se cuela humeante, con luz fría sin romper la penumbra, en silencio animado, lleno de sonidos secretos y desconocidos. Una invitación a la aventura.
Empieza la batida, buscábamos dando vueltas al rededor de mi padre, la cabeza baja, atentos a cualquier indicio, husmeando pistas.
Intentábamos recordar las instrucciones, y al tocar un hallazgo con forma de seta, llamábamos al experto para que certificase su autenticidad: "esta es mala, ni la toquéis", "es un podrigón", "es un pedo de lobo"...y reíamos con el humor escatológico de los niños.
Casi siempre era mi padre quien encontraba las colonias escondidas entre el musgo, pero con un silbido nos recogía, para cedernos el privilegio de rescatar los rovellones de la maraña de hojas y tierra. Los colocábamos cuidadosamente en la cesta, uno a uno, atesorando el botín de guerra, jugando, soñando, creciendo.
Hoy... siguen teniendo el sabor dulce de cuento infantil, aún espero encontrar un diminuto gnomo, un enanito rubicundo, un hada voladora debajo de sus sombreros plisados.
Ayer mi padre volvió a traerlos, para celebrar los Arcángeles en el día de los Ángeles, que de Rafaeles, Migueles y Gabrieles está la familia llena.
Los festejamos con ganas, a los presentes y a los ausentes.
8 comentarios:
mmm. En tortillica, acompañando a un fricandó, así solos, con un poco de jamón serrano, ay.
Qué hambre.
Y me queda una hora.
Bueno, ahora ya toca cenar...te los guardo.
Lo mejor es tomarlos en compañía y aderezados con recuerdos.
Gracias, Ana, besos.
"Un gigante vestido de pana" Me ha gustado.Y como siempre no sería capaz de escribir ni la mitad de estos recuerdos, aunque también le echamos salsa de nuestra cosecha ¿no? Gracias. ¡Qué envidia! Rovellons...
Que va, que va, nada de salsa, mera transcripción de hechos...eso sí...desde los ojos que tuve.
Un abrazo, queridísimo Pablo.
Los ángeles de la guarda se han llevado al cielo a alguien muy querido.
Y nuestros Rafaeles se han anclado en el santoral antiguo, también tenemos muchos.
En mi "mocedad" recorríamos el bosque con una cesta y los cogíamos uno a uno... o ninguno.
Tendrá que llover algo y humedecer esto.
Gracias por traerme este recuerdo, has contado el tuyo muy bonito.
Hoy te mando un beso, Mariapi.
Lolo, mi oración para quien ya está viendo a Dios, y quienes lo queréis desde la tierra.
Hemos arrancado la fecha antigua de San Rafael empujados por los jóvenes, pero con la aficción que tenemos para la fiesta, cada santo en su casilla, nos daba más juego...
Gracias por compartir tu recuerdo. Lo de menos eran los níscalos ¿verdad?.
Es una imagen que yo también guardo en mi recuerdo. Antes se hacía mucho más, al menos en mi familia. Era una auténtica aventura !
Bss ;O)
Hummmmm Mariapi ¿y el sabor a bosque, verdad?
Abrazos
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