Otra estrella anónima del cielo de mi infancia.
(Es largo, Miguel, pero tienes todo el fin de semana...)
La blancura seca de los Monegros siempre ha dado hermosos frutos. Nuestra memoria familiar está repleta de grandes hitos y frases para el recuerdo de personajes nacidos detrás de una sabina, un milagro prehistórico que crece sin agua.
Conocí a Nicasia cuando ya era una viejica con pañuelo negro, envueltico en la cara para sujetarle la cabeza.
Su imagen era un arreglo con fotoshop tridimensional. Como si a la imagen de Doña Rogelia le hubiesen incrustado el rostro de una princesa rusa de primeros de siglo.
Un atadijo de toquillas y refajos, negro sobre negro, coronada por el pañuelo, resaltan un rostro inesperadamente nítido, reluciente, hermoso. Ojos almendrados, azules con luz casi fosforescente. Perfil suave, nariz perfecta. Piel de seda empolvada, que se percibe gastada, pero sigue siendo exquisita. Menuda, manos enrojecidas por la lejía y los sabañones de esas nieblas heladas del Bajo Aragón.
- -¡Maríaaa!
Entra ágil, busca la silla cerca de la ventana. Ir de visita tiene ese premio, supervisar la Plaza.
La esperábamos expectantes. Resultaba exótica en aquel caserón con eco interior. Nicasia era el contrapunto a la pulcritud y corrección de las tías. Siempre preocupadas por los modales, las apariencias y el qué dirán.
La fiesta comenzaba en cuanto se lanzaba a hablar.
Ni caso hacía Nicasia.
Las prudentes advertencias de LasTías eran inútiles.
- -Va a caer una nevada de veinte pares de co..piiiiii.
No sé si nos divertía más lo inesperado de esos términos en una dulce ancianita, o la cara de espanto de las viejas damas.
-¡Nicasia, que están los chicos!
Una tarde entró con un parche blanco sobre un ojo.
- ¿Qué t’apasaooo, Nicasiaaa?
- Que mi asomau por un bujerico al corral del Mariano, y m’a picau un pollo.
Interesantes sus comentarios a las noticias de la DGT.
- No hay quien entienda a los de la capital. ¡Tanto cuidase, tanto cuidase, llega el sábado y salen tos asventaos, a estozase por las carreteras!
Entre los refajos Nicasia esconde una penica del mismo negro que su pañuelo. Viuda por duplicado, no tuvo hijos.
Llora en azul cuando recuerda a sus dos maridos.
-Buenos fueron los dos, a los dos los i querido muchississmo…muchississmo. ¡Cagüen..piiiiipiiiipiii!
Cómo se pueden querer dos maños a la vez…y no estar loca.
9 comentarios:
Mi reino entero por una tarde con esa dama de negro vestido y boca sin tapujos...*ay*
... el rostro de una princesa rusa de primeros de siglo incrustado en la imagen de Doña Rogelia ¡qué maravilla!
Y no es tan largo.
Se pueden querer dos manyos pero no a la vez.
Qué gozada pasar las tardes junto a un ser tan entrañable. Tu relato me ha recorado los veranos que pasaba en casa de mi abuela. Cuando "con la fresca" los vecinos sacaban las sillas a la calle. Siempre había una "Nicasia" dispuesta a sentarse un rato con los vecinos. Cuánta vida en sus pesadas espaldas
Saludos
Ana:
Nicasia ya no está, pero valía un reino al completo...la sinceridad con toquilla, en serio...y la sensatez, que se agradece.Un beso, princesita.
Sí, Lolo, era una maravilla. Era Bella, con su pañuelico y todo. Un abrazo
Pablo, que son recursos literarios, hombre, un poquito de imaginaciónnn!
Mª Dolores,¿cuantas cosas buenas tienen los pueblos, verdad? Hacen mucho más fáciles las relaciones humanas. Un abrazo
Mariapi... Mujer auténtica de la zona... Cachis. Cómo me hubiera gustado conocer a Nicasia. Auténtica. Un post entrañable ... pero también me he reído un montón, Mariapi. Es que el acentico me lo conozco al dedillo. Los pueblos de Huesqueta. Esta Semana Santa estaremos unos días por la zona. Supongo que nos escaparemos a uno de estos pueblitos que tanto nos gustan... Observaré... Intentaré descubrir a "Nicasias".
Gracias por este post tan tierno. Eres un solete.
Bsssssssssssssssssssssssssssss
¿Qué tal la dieta?
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