viernes, 17 de diciembre de 2010
Itinerario de invierno
Con Michael Buble en el i-pod, Las Ramblas tienen sombras románticas, de comedia americana en la que la protagonista, tras un desengaño amoroso, viaja a Europa para olvidar...
Si suena Rodrigo Leao, me sumerjo en una crónica intimista, con colorido tipo "Amelie".
Este inventito de los auriculares, excita de tal modo la productora cinematográfica de mi cabeza, que al llegar a Puertaferrisa, necesito oír sólo la calle, para respirar un poco de realidad.
Hoy ni el sol puede calentar los bancos, no hay "voyeurs" que espíen la vida de esta riada hacia el mar.
Los turistas de invierno son mucho más silenciosos. Fotografían detalles que he olvidado, y me descubren los tesoros que pierdo cuando camino con la cabeza gacha. De nuevo. Siempre, alzar la mirada.
Hay cola en las tiendas de turrones, y el mercado de Santa Lucía huele a invierno: abetos, musgo, y villancicos.
Los parvulitos, cruzan delante de las paradas pero no ven nada. Se aferran a la anilla anudada en una cuerda para mantener la fila india, y me pregunto qué quedará en su memoria.
Los colegiales más mayorcitos pasean en orden irregular, en doble fila, de la mano, como anuncio del futuro multiétnico de la ciudad.
Se ríen buscando el ejército de "caganers".
Lo escatológico es humor infantil (culo-caca-pedo-pis), pero es curiosa esa "exaltación caganera" actual, en niños de todas las edades.
Algunos adolescentes transportan su apariencia apática, artificiosamente desinteresados y despegados de la realidad. Juegan a ser mayores e independientes saltándose las clases.
Se oyen sirenas, coros sindicales salmodiando consignas reivindicativas. Me lanzo a la Vía Layetana y corriendo, adelanto por pelos a la manifestación.
En Argentería vuelve el anonimato sereno de cualquier día de invierno, y se encienden los naranjas de las torres de Santa María.
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4 comentarios:
Hija, sólo me ha faltado el olor de mar, que solo los del interior sentimos en Barcelona, para creer que estaba paseando por esa Rambla contigo. Un beso
lo leo y me entran ganas de pasearme por allí... en breves.
Ana, estoy deseando llevarte por estas calles que tanto quiero. Yo sigo oliendo en ellas el mar, debe ser que conservo la nariz de tierra adentro...Un abrazo
Pablo, ¿y me vendrás a buscar? Me muero de ganas por enseñarte el taller...Un besote.
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