jueves, 25 de noviembre de 2010

Canciones para la niebla



Los días de nieblas y frío me llevan de nuevo a aquel caserón helado.
Tenía un eco sordo. Cualquier voz se amplificaba, rebotando de pared en pared, y acababa esfumándose por las escaleras.

Le entraban las nubes por todas partes.
Sus espacios eran cautivadores, casi vacíos, en un curioso minimalismo rústico, el acicate perfecto para extasiar la imaginación infantil: El corral, el granero, la alcoba , la sala... siguen contando mil cuentos, reales o inventados.

Recuerdo un rincón de modo especial porque lo hicieron desaparecer, y  dejó la belleza de su nombre en mi vocabulario: el aljibe.

Allí el sonido se hacía íntimo.  Entrábamos desde el pasillo, a través de la "despensa", un cuadrado de techo bajo y paredes de piedra rojiza, impregnadas con la calidez de todos los aromas rancios y frutales mezclados, condensados en aquel hueco sin ventilación. En el suelo, las cajas apiladas con el tesoro navideño, las pastas de manteca, galletas de luna llena, en cuarto menguante, o con forma de estrella  que las tías nos racionaban cuidadosamente.

No tengo guardada la imagen del aljibe. Sólo la negrura infinita y en espiral del agujero redondo, que quedaba peligrosamente abierto al levantar la tapa de listones desgastados. Entonces se descerrajaba el misterio, y sólo existía el rumor rítmico, lento, eterno, de una gota de agua.

12 comentarios:

Ana, princesa del guisante dijo...

La casa de mis suegros es de 1719, y en la entrada hay un aljibe. Aquí le llaman el celler. Y es exactamente como tú lo describes.
Gracias por explicar tan bien las cosas, casi he olido a membrillo en esa despensa.

Modestino dijo...

¡Qué descripción más bonita!; cuanto se puede sacar de esos viejos casrones: literatura, recuerdos, sueños, ilusiones, belleza, magia, encanto, ...

lolo dijo...

Hay que explotar esta vena, Mariapi... He disfrutado mucho, es precioso lo que has escrito. "Le entraban las nubes por todas partes", "el tesoro navideño"...
Y un aljibe que no conozco pero me ha recordado a un espacio parecido en casa de mi abuela.
Gracias, Mariapi.

Pablo dijo...

De todo lo que cuentas sólo me acuerdo del aljibe, como palabra. El resto sigo desmemoriado.

Mariapi dijo...

Ana, el aljibe sigue siendo en mi imaginación un lugar mágico. A lo mejor porque el agua siempre ha sido algo sagrado en esos pueblos de los Monegros. Desapareció en unas reformas...para modernizar la casa...ni falta que hacía, pero nadie consultó a una niña.
Gracias por leer, Un besico.

Mariapi dijo...

Modestino, si a los ojos adultos sigue siendo inspirador, imagínate en la desproporción que suponen esas casas de los niños, que es como yo lo recurdo...Gracias por venir, de verdad.

Mariapi dijo...

Gracias, Lolo. Esa casa, sus personajes son un filón. Lo de las nubes es pura descripción realista. Siempre recuerdo las nubes pegadas a los cristales, filtrándose al mínimo descuido por el pasillo...Mil gracias.

Mariapi dijo...

Pablo..es que eras muy pequeñico...o que necesitas parches, de esos para la memoria ¿sabes?
Anda, que no tenemos historias por esos cuartos...¿no te acuerdas de lo que revolvíamos por el granero? Tendré que refrescarte esa memoria...

Pablo dijo...

que intriga...

ana dijo...

Las estancias de la infancia son siempre mágicas. Y uno jamás querrá desprenderse de ellas. Nunca. Y menos si tienen esa sonoridad: aljibe.

Precioso.

Mariapi dijo...

Pablo, a mi siempre me dejó esa sensación de misterio, el agua de lluvia encerrada en aquella casa...tendré que contarte las historias del granero...Un besote.

Mariapi dijo...

Ana, tiene una sonoridad especial, como la tenía el cubículo, y el vértigo del pozo...Gracias por venir, un abrazo.