Superpoderes

Cuando aparco el coche procuro estar atenta, bajo la ventanilla y y abro las orejas, nunca se sabe... algunos días oigo el reclamo...


Entonces freno en seco, me deshago del cinturón que me aferra a la condición mortal, y salgo transformada.

-¡Señora! ¡Señora!...¡¡¡Señoooraaaaaa!!!


Gritan desesperados, como si estuviesen en el patio carcelero de "Brubaker"...son listos...enseguida perciben la realidad, no me llaman "nena", ni "bonita"... no, eso ya ha quedado sólo para la pescatera del mercado...no, enseguida ven quien soy, una señora...pero las apariencias engañan... falta la clave del sortilegio, la contraseña que desata el hechizo...

-¡Señoraaa, por favoooor!

Con la cabeza alta, haciéndoles una señal tranquilizadora y con mi mejor sonrisa, voy hacia ella, siempre se queda en el mismo punto de la acera. La recojo con suavidad, y la lanzo al enfervorizado público, que aferrado a la verja espera impaciente el momento del reencuentro... Cuando vuelven a tocar la pelota, la manada de niños se aleja corriendo, pero siempre hay alguno que con su vocecita infantil se acuerda de dar las gracias.

Ese día entro en casa sabiendo cómo se siente el  Hada Madrina de Cenicienta y las tres de la Bella Durmiente de una sola tacada... Ése día recupero la seguridad que da tener superpoderes.
Porque los tuve, en otros tiempos.
Entonces me bastaba ver la mirada de mis niños pequeños para entenderlo.