lunes, 31 de mayo de 2010

Natus


Muchos recuerdos que sitúo en la infancia, no estoy segura si son un producto de la evocación, o la imagen que he ido formando a partir de fotografías, o las anécdotas que se cuentan en familia.

Sin certeza absoluta de dónde proceden, guarda la memoria fotogramas tridimensionales, llenos de sensaciones, olores y banda sonora.

Puedo pasear por un camino rojo bordeado de boj y zarzas, colocando en el hueco exacto las piedras de cuarzo  que buscaba y atesoraba en los bolsillos. 

 
Huelo las vacas cruzando las lindes con ese meneo "pasota" hacia el abrevadero, cuando subíamos a jugar al Mesón de Cereza, los ladridos locos del perro guardián, que siempre se llamaba"Rubia"...casi puedo tocar las manos de la "señá María", enrojecidas, con sabañones, hinchadas por las aguas frías con lejía... siempre tenían pan con chocolate, o pan con vino y azúcar para la merienda.

Todavía sé dónde están las hojas carnosas que calman los picores de las ortigas, las moras más grandes, las fresitas diminutas que engarzábamos en una larga ristra.

Innumerables recuerdos que puedo tocar: luciérnagas blanditas, llenas de mágica luz verde, la peligrosa procesionaria,  con esos nidos que llenan los pinos de algodón hilado, y todas las hojas y flores que necesitaba la despensa de la imaginación para jugar a casitas.

Siempre he necesitado y buscado una dosis de soledad. Para observar y ordenar por dentro.

Uno de los recuerdos infantiles que puedo asegurar al cien por cien que he vivido y no me han contado, es uno de estos lapsus en los que me escabullía del sistema familiar. No era tan difícil. La libertad que  daba el día a día en un minúsculo pueblo en los 60, sería hoy impensable.

Tenía menos de seis años, porque aún no iba a la escuela.

Sé que era el inicio del verano: el aire estaba tibio con ráfagas frías, como cuando nos zambullimos en el mar y notamos las primeras capas de agua templadas y el fondo helado.
La hora de la siesta ajena. Buscaba clavelillos chinos con los que  tejer una corona para la "Chispipí".

Sola, sentada en el único escalón de la escuela unitaria.

Fué una sorpresa científica. El conocimiento empírico que se hace propio.

Recostada en una esquina de piedra, mirando al cielo, comprendí que las nubes se mueven.

Desde ese instante me seduce el universo de los nimbos, cirros, estratos, celajes, cúmulos y demás nubarrones.

Tocar el cielo con los pies en la tierra.

Tener la cabeza en las nubes.

12 comentarios:

Modestino dijo...

Me sucede los mismo: hay tantos recuerdos, de infancia y no tan de infancia, asociados a muchas cosas.

Por ejemplo, a mí me pasa mucho con las canciones, el tarareo de muchas de ellas me trae inmediatamente a la cabeza épocas y momentos concretos de mi vida; se que obra de teatro ví en la tele la noche que murió mi padre, que canción llevaba en la cabeza cuando me examiné de selectividad o mis vecinos de tren a la ida y la vuelta del viaje a Madrid cuando aprobé el último examen de las oposiciones.

Ana, princesa del guisante dijo...

Gracias por esta entrada tan bonita que me lleva de cabeza a mi infancia. Mi descubrimiento no fueron las nubes... pero me recuerdo a mí misma jugando bajo una parra con una muñeca. Una avispa traviesa se metió bajo mi vestido y me picó. Tenía menos de 6 años...
Nunca he podido memorizar los nombres de las nubes, así que me limito a intentar dibujar con ellas.
Besos, y gracias por este sueño

lolo dijo...

Maravillosa entrada. Eso me ha parecido. Gracias, Mariapi.

Marta piesdescalzos dijo...

¿y el sabor de la leche que traía Paquita en la lechera de hojalata?, recuerdo las tostadas con nata y azúcar, mmmm, que excelente sobredosis de calorías!! y la primera reprimenda que recibí cuando escondí toda la ropa tendida debajo del abeto y se llenó de resina o cuando aplasté las dalias de la abuela con la bici...Y las cabañas, los botes con renacuajos, las guerras de pastetas... uiii, que súbita nostalgia! ¿chocheamos???, me encanta, gracias, un abrazo!

Mariapi dijo...

Es un misterio cómo se va conformando nuestra memoria...cómo unas sensaciones evocan imágenes y viceversa. Qué código secreto hace que un determinado día se quede fijado en nosotros junto a un aroma, un rostro, y sí, con banda sonora casi siempre.

Gracias por compartilo, Modestino.

Mariapi dijo...

Ana, hay un día que se queda en presente. De forma distinta a los otros recuerdos, no se difumina...

Es un tema precioso para un cuadro: niña con muñeca bajo el emparrado...qué maravilla de sombras imagino...si lo pinto te lo enseño. Sigue dibujando con las nubes...a mi también me encanta encontrar diseños y formas.

Mariapi dijo...

Gracias Lolo.
Lo que es estupendo es poder compartir con otros, me parece un misterio que pueda interesar, intercambiar pensamientos del yo profundo.
Es una gran suerte, en unos días tan llenos de comunicación superficial, epidérmica.

Mil gracias.

Mariapi dijo...

No, Marta, no chocheamos, es que vivir es así de maravilloso. Se entretejen los presentes. Y también tengo un punto de nostalgia...pero llena de agradecimiento por lo vivido y la posibilidad de recordarlo.

Un besico.

ana dijo...

Eres de nubes... y supongo que también sabes perfectamente cómo es estar en la luna.

Qué bien!!!

Tendremos unos ojos de infancia parecidos... sí. Y además, yo también soy de pueblo. Todo un privilegio.

Un abrazo. Al navegar por tu infancia, he permanecido un ratito en la mía; entre moras, fresas, luciérnagas, y caminos...

sunsi dijo...

Mariapi. Te leía y no he podido evitar esa envidia sana de quien ha iniciado su andadura en la vida al aire libre, en un pueblo de pocos habitantes, con un aprendizaje que la madre naturaleza te regaló... Me ha "tocado". Es lo que hubiera querido para mis hijos.

Mi infancia no tiene olores ni sabores específicos. Etá llena de libros y de alumnos y padres que pasaban por casa porque mi padre ejercía a todas horas. Supongo que ese constante desvelo me ha marcado y m ha convertido en una lunera utópica de la educación.

Gracias por este post, Mariapi. Me ha gustado tanto...

Un beso.

Mariapi dijo...

Ana, definitivamente soy de nubes, y de quedarme horas escuchando el río. No sólo estoy en la luna, me encanta pasear con ella, no hay luz más hermosa que la luna con nieve...bueno, podríamos hablar de tanta belleza...

Ser de pueblo es un privilegio que nunca le he agradecido suficientemente a Dios, un inicio en la vida único. Qué suertudas somos¿verdad? Un besico.

Mariapi dijo...

Muchísimas gracias Sunsi. No elegimos nosotros. Yo estoy muy agradecida de ese inicio en la vida...pero tampoco es lo único. "MiGeorgeCloony"es puramente de asfalto y parket, y le parece una maldición gitana la infancia de pueblo...
Claro, no he podido darles esa infancia a mis hijo. Sólo un sucedáneo: veranos eternos en pleno monte...un día te cuento.

Mil gracias por leer, Sunsi, no sabes cuánto me gusta que te guste.

Un besico.